Buscando un poco en los baúles de la red, es fácil localizar el EP “Three” (2015) de Katy Kirby, tarjeta de presentación gratuita de una artista folk-pop bastante amable y apegada a la canción cristiana de adoración y alabanza.
La Kirby de “Cool Dry Place”, su largo de debut en Keeled Scales tras el EP “Juniper” (2018), es bien diferente a aquella. Los formatos reconocibles dejan cierto espacio a estructuras más escurridizas: al fin y al cabo, el álbum se abre con una maravilla, “Eyelids”, sin estribillo a la vista, solo una melodía preciosamente vagabunda. Casi todo suena prístino, pero no tanto por la ambición de sonar en la radio como por un renovado afán minimalista. Donde antes se palpaba a Cristo, ahora hay más bien cuestionamiento de la fe.
Navegando con maestría entre folk, pop, country e indie rock, Kirby ofrece nueve canciones tan inmediatas como misteriosas, en las que melodías adorables pueden desembocar en tormentas eléctricas: escúchense “Tap Twice” o el tema titular, que invitan a colocar “Cool Dry Place” cerca del “Crushing” (2019) de Julia Jacklin. Como esta última, Kirby puede escribir del lado amargo de las relaciones –distancias insalvables en “Peppermint”, privilegio que desenamora en “Traffic!”–, pero también se marca algo como “Portals”, balada de acordes country sobre los universos alternativos que se abren dentro de nosotros al entablar una intimidad con otra persona.
¿Y qué hay de la intimidad con Dios? Kirby, educada en casa por padres cristianos evangélicos, ya no cree que vaya a cultivarla. Lo deja claro en “Secret Language”, en la que interpola sabiamente los primeros versos del “Hallelujah” de Leonard Cohen para escribir un relato de devoción venida a menos. Es una entre las muchas canciones de este álbum (¿todas?) que señalan a Kirby como nueva o renovada fuerza a tener en cuenta. ∎