Con “Girl Violence”, Mikaela Straus –es decir, King Princess– entrega un disco que la introduce en el hall of fame del nuevo pop lésbico, junto a Chappell Roan, Renée Rapp o MUNA. Este tercer álbum supone un estudio de la violencia femenina a nivel emocional y espiritual, una exploración del caos que nace de la experiencia del amor y las relaciones lésbicas. Esa mirada propia rehúye tanto el estereotipo idealizado y naíf como el tabú fetichizado, donde las letras parten de ejes como el deseo, la dependencia, la ruptura y la reconciliación.
En “Girl Violence”, la frase “nobody mentions that girls can be violent” apunta directamente a las violencias intragénero que se experimentan en las relaciones entre mujeres, alejándose de lecturas edulcoradas o simplistas. Lo mismo ocurre con la erótica explícita de “RIP KP”, donde Straus habla de la liberación a través del sexo, desafiando cualquier noción de lo “apropiado”.
El regreso a Brooklyn tras años en Los Ángeles y la ruptura con el engranaje de la industria mainstream acompañan esta liberación lírica y sonora. La producción, realizada junto a Jacob Portrait y Aire Atlantica, toma referencias que van de Massive Attack a IDLES (Joe Talbot colabora en el tema “Say What You Will”), pero siempre con un pie en el legado pop de los noventa. En temas como “Jaime” o “Cry, Cry, Cry”, uno de los mejores del disco, la crudeza de las guitarras convive con estribillos melódicos que combinan elementos post-punk con la esencia del alt-pop.
Sin embargo, la identidad de Straus no solo se filtra en lo temático, sino en la forma de concebir el disco. La vulnerabilidad de “Origin” o la nostalgia luminosa de “I Feel Pretty” se entienden mejor como canciones queer que se entonan con ecos downtempo a lo Zero 7. Ambos temas narran lo íntimo desde la disidencia y la autoafirmación después de un largo período de alienación.
Así, “Girl Violence” no es solo un retrato de amores fallidos, toxicidades y deseos urgentes, también da testimonio de lo que significa vivir y crear abiertamente como artista lesbiana en el presente. King Princess se entrega a la complejidad de esa experiencia donde radica su poder: su identidad no es un tema a resolver, sino un territorio desde donde se canta, se goza y a la vez se sufre, como en todas las historias de amor romántico.
Con este álbum deja de lado el rol de icono generacional, ya desgastado y desfasado, para sumarse desde su experiencia con total libertad creativa, a algo más grande y colectivo. Un ejercicio de honestidad necesario y valioso dentro de un contexto musical donde artistas como Fletcher o Betty Who han basado sus últimas campañas en distanciarse y renegar de la idea de haberse identificado como lesbianas, a pesar de haber “capitalizado” ese fandom que les ha otorgado el alcance que puedan tener a día de hoy.
Este contraste pone en evidencia un dilema cultural más amplio. Mientras hay artistas que representan el paso de la visibilidad queer a las narrativas normativas y digeribles por quienes promueven la agenda conservadora, King Princess se planta en el terreno de la disidencia: elige mostrar la incomodidad, el desbordamiento, el lado oscuro de la experiencia LGTBQ+. En lo cultural, “Girl Violence” representa una tensión viva en el pop contemporáneo: ¿se trata de ser aceptadas en el mainstream para lograr ser rentables y relevantes de cara a la ola ultraconservadora o de desafiar esas normas mostrando lo que la industria y la sociedad preferiría ocultar? ∎