Álbum

Lael Neale

Star Eaters DelightSub Pop-Popstock!, 2023

Sonidos envolventes. Sonidos envolventes… Una y otra vez. Y la voz en primerísimo plano. Tal muro de sonido minimalista da que pensar. Si en algún instante emocionalmente estresante al audiófilo le apetece sentirse fuera de juego y no pensar, este disco puede ser un bálsamo. Así y todo, “Star Eaters Delight” es un álbum cambiante. Del pop y al folk, sin pedir permiso para usar cuanta electrónica se precise. En ocasiones, se percibe como si Lael Neale estuviera cantando los versos de un exlibris hecho trizas, carcomido por pececillos de plata, la peor pesadilla de bibliotecarios y archiveros. Las canciones de este álbum pueden servir de pared ante el mundanal ruido.

La norteamericana, que vive en Los Ángeles, se ha sentido habitualmente atraída por el lado más extraño de la gran ciudad, pues es nocturna y taciturna, como la sobrecarga sensorial de la megalópolis en que habita. Ella, que se ha criado en una zona rural de Virginia, donde dicen que empieza el Sur, también necesita alimentarse de esperanzas. “Because I have no wings to fly home with / I’ll sing my way back to you”, canta en la romántica “If I Had No Wings”. Su voz trasiega nostalgia mediante palabras tan esclarecedoras como comunes. Una técnica compositiva que, según la cantante, le viene de Joni Mitchell.

Al regresar a Virginia durante la pandemia, Neale ayuda en la granja familiar, se impregna del paisaje, la flora y la fauna, el descanso y el silencio. Todo ello le sirve para componer las canciones que formarán parte de su tercer álbum, “Star Eaters Delight”, que puede entenderse como una obra extrovertida respecto a su disco anterior, “Acquainted With Night” (2021). Sus intereses han cambiado. “I pledge allegiance to tree and meadow / I have no need to conquer or keep them”, escribe en “I Am The River”.

No solo observa hacia el exterior: también fija versos envueltos en sonoridades angulosas. “Es un acercamiento al mundo, queriendo sentirse conectado, de volver a estar juntos”, ha explicado. Sin embargo, en el centro mismo de las ocho canciones originales, se muestra una autora sin complejo alguno, que se adentra en una suerte de poema sinfónico en “In Verona”, presentado como un ajuste de cuentas oscuro y conmovedor. El piano dice mucho. El Romeo y Julieta de William Shakespeare pide paso.

La línea de bajo de “Faster Than The Medicine” lleva a Neale a los años ochenta. En “Must Be Tears” prende el pop de los sesenta. Mientras que “No Holds Barred” es un compendio de rasgueos de guitarra y melodías agridulces, que convergen en una composición preciosa, como las dos anteriores, que recuerda a Linda Ronstadt. Cierra con dos bombones; uno, la impresionante “Return To Me Now”, orfebrería pop atemporal, y el otro, “Lead Me Blind”, transforma la melodía de piano en texturas brillantes sobre papel de seda. Todo muy lo-fi en manos de su compañero y productor de referencia, Guy Blakeslee, que, a partir de cajas de ritmo, reverberación y experimentación, protege con lentes de aumento el sonido casero que construye la intérprete, mientras conserva la cálida energía que hizo especial su álbum anterior, el primero para Sub Pop.

En 2015, la cantante declaraba que cada vez que llegaba al final de la grabación, sentía que las canciones habían sido despojadas de su vitalidad en el proceso de superposición de batería, bajo, guitarra, violín y órgano”. Estaba por debutar con “I’ll Be Your Man”. En este su tercer álbum eso ya no pasa. La autora circula sin ataduras entre el folk y el pop, la hi-fi y el lo-fi, el nervio y el sosiego. Lael Neale ya está lista para ingresar en ligas mayores. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados