Las apariencias, una vez más, engañan.
“Tú que sabes lo que fueron los 80, te mereces todo lo que te pase. Eres de la resistencia, el cuchillo entre los dientes”, se oye al poco de descorchar
“Ánimo, valiente”, tarjeta de presentación de esta banda que gasta nombre de bandoneonista argentino,
León Benavente, pero tras la que se esconden cuatro corazones espinados que desbordan inconformismo. Electricidad punzante y lucha subterránea. Pop acorazado y letras afiladas para una formación que llega auspiciada por Nacho Vegas –no es para menos: los cuatro implicados le han cubierto las espaldas en algún momento desde el escenario o la mesa de sonido, amén de haber formado parte de Tachenko o Schwarz– y dispuesta a repartir, como ellos mismos aseguran,
“canciones pop tocadas con sangre y un poco de rabia”.
Una ecuación que, a la hora de la verdad, se transforma en un traqueteante viaje por los alrededores del indie y el rock oscuro en el que Luis Rodríguez, César Verdú, Eduardo Baos y Abraham Boba intentan equilibrar sutileza y armaduras acorazadas; zarpazos y sensibilidad. Y aunque el recorrido no sea todo lo placentero que se podría esperar –el tono gélido de las voces resta un poco de expresividad–,
“León Benavente” funciona como ruidoso toque de atención.
“Lo que está claro es que algo tiene que cambiar”, repiten insistentemente en
“Década”. Y por si acaso ese algo resiste, aquí están ellos dispuestos a echarle una mano, ya sea disfrazándose de unos Bad Seeds secuestrados por Nacho Vegas –
“El rey Ricardo”–, sonando como si a Mishima le hubiese dado por reivindicar a Gang Of Four –
“La palabra”– o dejándose acompañar por Irantzu Valencia (La Buena Vida) en la majestuosa y lacerante
“La gran desilusión” y por Cristina Martínez (El Columpio Asesino) en ese agitado krautrock (
“Ser brigada”) que cierra el disco con una inmensa cicatriz. ∎