Álbum

Leonard Cohen

The FutureCBS-Sony, 1992
Apenas un minuto transcurrido de “The Future” y Leonard Cohen ya ha tocado el tema de las drogas y el sexo anal. No llega a los dos minutos y ha extraído conclusiones: el futuro está en el asesinato. Cincuenta y ocho minutos después, una cosa destaca por encima de las demás: este hombre es un monstruo. Un talento único que esporádicamente asoma para recordarnos el grandísimo poder de unos textos bien elaborados; de la importancia de la rima y la poesía y el arte de escribir; de que no todo han de ser guitarras de Faith No More, ni versos rabiosos de rap machacándonos la consigna de siempre; ni siquiera actitudes viscerales contra el sistema rompiendo en público la foto del Papa.

Cuando escucho a Cohen, presiento que se ríe de toda la bazofia musical que consumimos a diario, de la publicidad devorada, de las posturas falsas. Lo veo por encima de las sensaciones banales; de hecho, lo veo por encima de casi todas las sensaciones terrenales y, al mismo tiempo, con los pies bien plantados en tierra firme. ¡Cuán grato resulta escuchar otra vez su voz, degustar una nueva entrega suya! Esta voz cada año más rasposa, delatando ese paso del tiempo que tantísimo inquieta a los humanos cuando comienza a bajar la curva de la vida. Delatando también las obsesiones varoniles consiguientes, la necesidad de sentirse hombre y no viejo, recalcando que tras una blusa –con botones que se desabrochan– hay una mujer. Pero sobre todo reflejando, con todos los medios artísticos a su alcance –coros angelicales o tono cínico–, el enorme desencanto carcomiendo a diario la entereza de los habitantes de este planeta, así como los pisoteados, también a diario, conceptos de democracia, justicia, bondad y amor.

Entrando en detalles, las novedades de “The Future” se saldan con resultados mixtos. ¡Leonard Cohen despachando dos versiones y un instrumental! La primera –“Be For Real”, del gran cantautor de Stax Frederick Knight– mantiene el sentimiento pretendido. La segunda (“Always”), ya algo más plasta, es un viejo blues de Irving Berlin de ocho minutos sin demasiada motivación. Y la pieza instrumental (“Tacoma Trailer”) tiene un aire mediterráneo –¿imaginas un futuro tándem Cohen-Hatzidákis?– muy hermoso.

En resumen, un artista en su declive paladeando, analizando y convirtiendo en arte cada instante que precede al fin. ∎

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