Álbum

L’Exotighost

KamongoEverlasting, 2022

La exótica tuvo su gran momento en los años 50 del pasado siglo, cuando el mundo civilizado se recuperaba de la debacle de la Segunda Guerra Mundial. Los viajes intercontinentales empezaban a ser más habituales para el ciudadano medio, y el cine y la fotografía ofrecían imágenes de recónditos rincones del planeta; los “paraísos perdidos”, creados a base de tópicos y cincelados con imaginación en la distancia, se hacían de pronto más cercanos y accesibles, pero no tanto como para que esos tópicos dejaran de serlo. Ese nuevo subgénero musical, emparentado con el easy listening y la “música de ascensor”, servía entonces de hipérbole crítica y a la vez humorística de esos arquetipos, aunque al mismo tiempo los legitimaba como una forma (pos)moderna de viajar y soñar.

Ahora, la globalización ha acercado esos otros mundos a un solo clic, y quien más quien menos ha hecho el “turista” en cualquier lugar del mundo; un mundo en el que cada vez quedan menos rincones donde precisamente el turismo no haya hecho estragos.

En este nuevo contexto, la exótica adquiere matices aún más satíricos, como un souvenir de una playa perdida en la que uno se permitió soñar, pero que ha quedado relegado a un rincón en el mueble de la sala de estar junto al televisor.

L’Exotighost tiene todo eso y más: tópicos, sátira, humor ácido, crítica reflexiva… y fragmentos fuera de contexto de un mundo que un día nos pareció exótico, pero que ahora forma parte de un continuum en el que ya nada está demasiado lejos aunque tampoco suficientemente cerca. “La ola oculta”, trabajo con el que debutaron en 2019, hizo levantar la ceja a todos los seguidores de Les Baxter y Pérez Esquivel, y ahora nos ofrecen una vuelta de tuerca al concepto de exótica con este segundo trabajo que titulan con un término de origen swahili que denomina al pez pulmonado que habita en el río Congo. Cuando el río se seca ese prodigio de la naturaleza es capaz de cambiar las branquias por pulmones para sobrevivir una larga temporada en el lodo hasta que vuelve la época de lluvias y él vuelve a ser un pez al uso. La cosa funciona como metáfora de las idas y venidas de un género minoritario como la exótica, pero podría servir también para los auges y caídas de cada uno de nosotros en estos tiempos turbulentos.

El disco, más ambicioso y maduro, pero también más pop que su predecesor, plantea un collage, tan kitsch como fascinante, donde las sonoridades surf conviven con ritmos latinos y melodías orientales, y el theremín con el ukelele, marimbas y una somera pátina de ambientación electrónica.

Javier Díez Ena dirige el cuarteto en una excursión imposible –diez cortes sin desperdicio– hacia un lugar ignoto construido a base de postales vintage que reverberan en la memoria colectiva de esta humanidad que ha conquistado el mundo como una auténtica plaga de turistas enloquecidos. ∎

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