Álbum

Lidia Damunt

Vigila el fuegoAustrohúngaro, 2012
Enfrentarte al tercer disco de Lidia Damunt es como esperar un zumo de limón y pomelo y encontrarte una inmensa bandeja de frutas. No solo se ha tomado más tiempo para componer “Vigila el fuego”, sino que, además, ha planeado con mucha calma cómo quería que sonase y cómo quería cantarlo. Digamos que ha asumido su condición de cantautora y, desde ahí, ha buscado una dirección.

Ahora encaja las sílabas con precisión inédita (“Esperándote”), canta más dulce que nunca (“Somos islas mágicas”), caza un estribillo de órdago coplero en “Ay pena” (“Ay pena, penita pena, en un desierto de arena yo preferiría estar”), ahonda en la extraña relación entre lector y escritor que ya abordó Morrissey (“La escritora” podría ser su “Reader Meet Author”), da voz a la naturaleza en “Lengua de lava” y “Edificios con vistas al mar”, sueña sus sueños y también los de Patsy Cline (en “Sueño contigo”)…

Su asociación con Hidrogenesse es muy útil para explicar por qué esto de las sintonías entre músicos va más allá de la música que practique cada cual. No había que temer lo más mínimo por su alianza, pues hay algo más profundo que los une y que trasciende géneros, ídolos, instrumentos o estética. Pero, aun así, el modo como se integran los pianos y las cítaras diatónicas de Genís Segarra o las palmas y esos “tren, tren, tren” de Carlos Ballesteros de “La vida en un hilo” hablan de una producción comprensiva de la que surge esta erupción controlada de volcánica imaginación.

Lidia sigue soñando, pero ahora ya lo hace en color. Ha consumado una hierática metamorfosis solo comparable a la de PJ Harvey en “Let England Shake” (2011). Y nos ha dado la gran sorpresa del año. ∎

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