Como si alguien rescatara una cinta perdida de espionaje psicodélico rodada en los años setenta, Little Barrie & Malcolm Catto emergen con un “Electric War” que llega cargado de groove, tensión instrumental y fuzz con clase. Pero ¿quién está detrás de esta psicodelia envuelta en celuloide polvoriento? Son tres británicos, repasemos: Barrie Cadogan, guitarrista camaleónico que ha tocado con medio mundo (Primal Scream, The The, Liam Gallagher, Paul Weller, Stevie Nicks y John Squire) y hasta ha puesto su guitarra en “Better Call Saul”. Malcolm Catto, percusionista de culto, mago analógico, cerebro detrás de The Heliocentrics, coleccionista de drum breaks imposibles y productor para todos los que alguna vez quisieron sonar como si Lee Perry y Damo Suzuki se encerraran en una cueva con ácido y cinta magnética. Lo han hecho con un tercer infiltrado, Lewis Wharton, bajista fundador de Little Barrie y agente imprescindible del groove. Si estos tres tipos se meten juntos en un estudio, es para montar algo serio. Y lo han hecho, pero no por primera vez…
“Electric War” es su segundo bombazo conjunto tras “Quatermass Seven” (2020), aquel disco que nos pilló a todos sin frecuencia segura para comunicarnos. Un álbum que funcionó como primer asalto y que acabaría teniendo una secuela espiritual en “Quatermass Expansion” (2022). Ahora, con menos niebla y más cicatrices, repiten jugada con ese sonido crudo y analógico, producido por ellos mismos, apadrinados por Dan Auerbach (The Black Keys) y publicado en su sello Easy Eye Sound. ¿El resultado? Ocho temas y 34 minutos de groove psicodélico a cara descubierta. Cálido, imperfecto y sobre todo muy pero muy adictivo.
Este trabajo arranca con su pista homónima “Electric War” y un bajo cavernoso, una batería cortante y una guitarra que parece hecha de polvo cósmico. Cadogan canta desde una especie de trance, inspirado por el duelo personal tras perder a un amigo y la alienación digital de tomar un tren y ver a toda esa gente mirando pantallas mientras él permanecía encerrado en su propio dolor. Es un viaje interior con eco kraut y vibración funk. Después, “Zero Sun” espesa el aire: un tema más denso y psicodélico, con sintetizadores que parecen reciclados de una jam donde The Stone Roses invitan a Jimi Hendrix y todo se desmadra aunque tú sigas metido en tus propios pensamientos oscuros. Es con “Spektator” cuando el pulso se acelera en la sombra: Catto se suelta, la batería tiene el ritmo de un boxeador elegante y el bajo serpentea como si alguien estuviera siguiendo tus pasos desde otra habitación. Es una de las pistas más brillantes del álbum, con una combinación grandiosa entre lo oscuro, lo cinematográfico y lo sensual. Fácilmente te puedes imaginar a Ian Brown dando saltitos dentro de la espiral de James Bond.
Cuando parece que te has orientado, llega “Creaky” con sus ocho minutos de trance afro-funk instrumental y el violonchelo de Danny Keane, colaborador habitual de The Heliocentrics. Le sigue “’Said Soul”, que baja el ritmo, pero justo cuando crees haber bajado la guardia, “Sick 8” te embosca con un riff sucio, sacado de un wéstern polvoriento, y un solo de guitarra que brilla lascivamente. “My Now” es la más funky del lote. Wharton marca el tempo con ese bajo que podría conducir un tren, y el trío suena como si llevara años tocando juntos en la clandestinidad. Probablemente sea así. Y de cierre, “Count Of Four”, que entra a la última escena en cámara lenta, una especie de vals psicodélico con tono dramático, que parece rodado en Super 8.
En esta nueva entrega de Little Barrie & Malcolm Catto, el ritmo manda tanto que los estribillos son opcionales y nadie los echa de menos. Las ocho pistas marcan un pulso crudo, elegante y adictivo que convierte el disco entero en una experiencia cinematográfica en loop: densa, sugerente y cargada de tensión. Escúchalo con los cascos puestos y la guardia baja. Te va a pillar. ∎