El pelotazo del tema “Messy” en 2024 ubica a la londinense Lola Young en una suerte de rampa de lanzamiento a un estrellato consolidado. Y hay materiales para ello: EPs, singles y dos discos sólidos antes del fenómeno viral de su tema estrella –“My Mind Wanders And Sometimes Leaves Completely” (2023) y “This Wasn't Meant For You Anyway” (2024), ambos en Island–; una voz poderosa que recuerda tanto a Amy Winehouse como al ímpetu de una Florence Welch, y las letras, nada complacientes, confesionales, apuntalan su presente.
Por tanto “I’m Only F**King Myself” supone un paso importante que, de esto no tengo demasiadas dudas, la encumbrará en el mainstream (pasan cosas a su alrededor, como que Sir Elton John haya alabado uno de los adelantos del disco, “d£aler”). Tiene las cartas marcadas para que todo salga como la seda: Young ya compendia un cancionero destacable, con personalidad; su voz es de las que atrapan, poderosa pero también frágil; y los temas nuevos que ha ido avanzando desde mayo dejaron ganas de que el resto del disco no fuese relleno. Torch songs como “SPIDERS” no amanecen cada día y el pop lúbrico de “One Thing” menea al más sieso.
“I’m Only F**King Myself” está coescrito y producido con sus habituales Manuka y SOLOMONOPHONIC (asociado al trabajo de SZA), lo que dota al conjunto de cierta continuidad orgánica con su predecesor. Se trata, pues, de pulir y agrandar: sobre una base de soul, pop contemporáneo e indie, Young despliega letras vitriólicas sin pisar huevos, confiesa incontinencias sexuales sin pudor (“Solo quiero follar con chicos a los que no les gusto y no les importe decir adiós”, se corea en “F**K EVERYONE”, tema con hechuras de himno indie) y expone adicciones no resueltas con frases directas (“Soy una pequeña adicta estúpida, así que he estado intentando dejar la nieve. Supongo que la vida apesta, pero sobre todo si te la esnifas entera”, arranca en la trotona “Not Like That Anymore”). No lo hace para provocar sino para descarnarse, enfrentar sus derivas, el peso del éxito, las adicciones, los amores convulsos o el deseo sexual. Eufórica y rota al mismo tiempo. A flor de piel, incluso cuando deja resbalar sus habituales formas pop-soul regadas con indie rock por los barrancos de la angustia existencial (los bramidos en “SPIDERS” son el mejor ejemplo de ello).
La gran baza de Lola Young está no tanto en sus temas, notables, como en la personalidad férrea que destila su prosa deslenguada y barriobajera (del sur de Londres, concretamente). Frente a numerosas estrellas de metacrilato pulcro que pueblan las listas de éxito con confesiones sentimentales en plan “los ricos también lloramos”, la lírica de Young brilla emponzoñada de deseo lúbrico barriobajero, excesos tóxicos tenebrosos (¿saldrá de la espiral la joven Lola?) y tristezas abismales lanzadas sin frenos ni pudores por su portentosa voz de tigresa. Un cancionero que apela a una generación de jóvenes tan perdida y herida como ella misma. ∎