La violonchelista y compositora británica de formación clásica Lucy Railton (Londres, 1986) es una de las voces más fascinantes de la música contemporánea actual. Hablamos de una instrumentista nacida en el seno de una familia de músicos, conocida inicialmente por interpretar a Messiaen y Bach o como música de sesión para artistas como Mica Levi, Bat For Lashes, Bonobo o Jamie Cullum. Railton debutó como instrumentista de sus propias composiciones a los 31 años, con “Paradise 94” (2018), aunque antes había desarrollado también una carrera como promotora-musical-con-inquietudes, organizando la serie de conciertos Kammer Klang en el Cafe OTO londinense (entre 2008 y 2018) o el London Contemporary Music Festival, que cofundó en 2013 (organizando conciertos de Pauline Oliveros, Glenn Branca, Ellen Fullman, Noh Theatre o Maggie Nichols, entre otros).
En los últimos años, sin embargo, se prodiga en grabaciones contemporáneas, tanto en discos propios como en colaboraciones con otros músicos, como Catherine Lamb, Beatrice Dillon, el ultraminimalista japonés Taku Sugimoto o Kali Malone (en “Does Spring Hide Its Joy”).
Hace dos años lanzó el que puede ser considerado hasta ahora su trabajo más imponente, “Corner Dance” (2023), mezclando violonchelo y electrónica, y ahora nos llega, en cambio, una propuesta bastante más austera, “Blue Veil”, grabada en directo en junio de 2024 en la iglesia del Espíritu Santo de París. Se trata de una pieza para violonchelo solo de cuarenta minutos de duración dividida en siete movimientos –titulados “Phase I, II, III, IV, V, VI y VII”– que puede recordar el trance en el que nos sumergen las obras para acordeón de Pauline Oliveros –recordándonos que la “escucha profunda” no es sinónimo de escucha cómoda o fácil, sino que obliga a implicarse en una escucha activa– o que remite más directamente a “Naldjorlak”, la primera pieza para un instrumento acústico jamás compuesta por Éliane Radigue, escrita en 2005 para el violonchelista californiano Charles Curtis.
Sin adornos ni efectos electrónicos, “Blue Veil” nos ofrece, sin embargo, todo un mundo de posibilidades creadas exclusivamente mediante los matices acústicos densos y texturales que es capaz de extraer de un violonchelo (y sus experiencias microtonales con músicos como Catherine Lamb o Rebbeca Lane). Aunque la obra induce al trance, no esperéis una evocación etérea y desencarnada. En esta música, el espíritu emana del mismo campo energético que el universo físico, y del mismo espectro vibratorio que el sonido. Más allá de los cambios infinitesimales y de los detalles finamente matizados de su superficie, las distintas “Phases” en que se divide el álbum son, simultáneamente, “tan resistentes como el hilo de sutura y tan evanescentes como el capullo de una mariposa”, como describió Virginia Woolf la prosa de Proust en sus “Diarios”, en su anotación del 8 de abril de 1925.
Railton provoca con el aleteo del arco un amontonamiento chirriante de frecuencias de madera y cuerdas que aquí, bajo la resonancia que se cierne sobre los bordones, crea la experiencia de sentirse tocado físicamente por el sonido. Con todas sus sutilezas microtonales y finas variaciones de timbre, textura y densidad, “Blue Veil” es un impresionante viaje de descubrimiento de lo que significa el sonido del violonchelo en su expresión más profunda. ∎