Álbum

Maria Arnal i Marcel Bagés

CLAMORFina Estampa, 2021
Todo lo que prometían en “45 cerebros y un corazón” (2017) se confirmó en “CLAMOR”, el esperado segundo largo de Maria Arnal i Marcel Bagés. Música popular que se zambulló en un planeta predominantemente electrónico para hablar de lo personal y lo colectivo, para engarzar tradición con futuro y presente con infinito. Sí, sintieron el fuego y lo expandieron en canciones para desafiar coordenadas temporales y hacernos sentir que otro mundo es posible si despertamos mentes, abrimos corazones y escuchamos “el clamor que habita en nuestras profundidades”. Juan Cervera, director de redacción de Rockdelux, analizó el disco en esta crítica; el mejor en la lista de álbumes nacionales de 2021 según Rockdelux.

El gran salto adelante: así se podría resumir la valoración del segundo largo de Maria Arnal i Marcel Bagés, que llega cuatro años después del deslumbramiento que supuso “45 cerebros y 1 corazón” (2017). Un paso al frente –que se pudo testar en directo en septiembre de 2020 cuando interpretaron por primera vez algunas de las canciones de “CLAMOR” en el Mercat de Música Viva de Vic–, y no solo por motivos estéticos, por la opción de sumergirse sin escafandra en sonidos electrónicos y dejar en segundo término las guitarras, sino también por ensanchar los límites de la canción popular que ya urdieron en sus EPs y en el primer largo.

Arnal & Bagés (y David Soler, de nuevo productor y pieza ya imprescindible en la propuesta del dúo) no han dejado de lado el compromiso social de sus temas ni han arrinconado las confesiones más íntimas, pero su telescopio se abre 360º y enfoca hacia el infinito. Lanzan su particular “flecha del tiempo” y pulverizan la linealidad espacio-temporal para abrazar lo ancestral y lo galáctico, el pasado y el futuro. Su presente es el de todos los tiempos, una burbuja donde dialogan Violeta Parra y Tarkovski, Paul B. Preciado y Pauline Oliveros (indaguen en los créditos, si el diseño se lo permite).

“Volver a empezar de nuevo” es lo primero que se oye en “CLAMOR”, el primer verso de “Milagro”: sí, empezar de nuevo, romper grilletes, “volver a sentir el fuego”, explorar y recordar, arriesgar y “luchar otra vez por el juego”.

Creado en tiempo de zozobra existencial, con la pandemia amputando la actividad social y personal, este es un álbum nacido para quebrar confinamientos –de cualquier tipo– y en su mirada amplia nos invita a mirar hacia el infinito, traspasando rejas reales (o figuradas). Y que en su aventura hacia texturas de desafío experimental no olvida el poder de la canción pop (“Milagro”, “Ventura”) como elemento liberador común.

Se ha hablado de Björk por el tratamiento de voces y la creación de mundos oníricos. Vale –ellos no lo niegan: se sienten halagados–, pero la sombra de la islandesa se puede considerar (si se quiere) como un mero punto de partida que finalmente desagua, sin muchas deudas, en algo totalmente propio y personal.

Entre la recuperación del atávico “Cant de la Sibil·la” –con Tarta Relena, un rebaño de cabras de Badalona y la voz artificial desarrollada por Holly Herndon– y el épico paraíso sintético de “Jaque” –con cuerdas del Kronos Quartet–, “CLAMOR” se desliza tanto por condensaciones dream pop a lo Cocteau Twins (“Hiperutopia”) como por cartografías de ciencia ficción inspiradas en el filósofo Timothy Morton (“Murmuri”) para finalizar con unas campanadas (“Alborada”) que nos sugieren que, si queremos, el nuevo amanecer se puede contemplar cada día, radiante, a la vuelta de la esquina.

Personal y planetario, explorador pero sin perder su esencia –la voz de Maria nunca ha sonado tan vulnerable y al mismo tiempo con tanta autoridad–, “CLAMOR” nos incita a observar y a percibir más allá de la maraña de lo previsible, a bañarnos en las aguas sanadoras de la utopía, a sentir “el clamor que habita en nuestras profundidades / porque somos huéspedes / no solo anfitriones de multitudes eternas”. ∎

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