Esa figura con rasgos similares a Nosferatu que espía los rascacielos del Canary Wharf desde la ribera sur del Támesis, en la portada en blanco y negro del homónimo álbum de mark william lewis, no es un montaje con el mítico vampiro expresionista. Es una imagen del propio artista en el vídeo de “Tomorrow Is Perfect”. El aura de misterio permea su trabajo, hasta la música. Su primer álbum –“Living” (2023)– ya contenía trazas de lo mostrado aquí, pero con menos estilización y personalidad. Pero para hacer bien las presentaciones, para aquellos que no lo conocían, decir que lewis ha estado colaborando estos años con otras luminarias del magnético sur de Londres, en concreto con Dean Blunt y con bar italia, con los que ha estado girando como batería. Tras un par de EPs a su nombre, el mencionado debut y unos cuantos conciertos, ha apostado por él la discográfica A24 Music –parte de la empresa cinematográfica estadounidense–, que hasta ahora solamente había editado bandas sonoras de filmes.
En este nuevo comienzo –el titularlo con su nombre dice mucho– se percibe a un artista con las ideas muy claras. Si en su debut apuntaba al folk americano a lo Elliott Smith cruzado con una vena slowcore, ahora, sin cambiar rotundamente, se ha perfilado hacia una música más atmosférica y elegante. La trompeta jazzy que abre el disco en “Still Above” ya marca el terreno. Aunque el conjunto es ciertamente personal y de gran coherencia interna, en cada canción reflejos y brillos de otros artistas se pasarán por la mente del oyente, unos muy fugazmente y otros con mayor permanencia. Su voz grave y ese toque sofisticado en “Recent Future” invitan a pensar en otra joven figura inglesa, como King Krule. De sus colaboraciones con Dean Blunt se trae esa cadencia grave sin ninguna prisa que atraviesa todas las canciones. “Seventeen” –¿alguien más percibe cierto parecido melódico con “Jorge y yo” de Christina Rosenvinge?– y “Spit” remiten en su fingida pereza y sensibilidad acústica al citado Smith o a uno de sus nuevos valedores, como el americano Alex G. El espectro sonoro de los intereses de lewis es lo suficientemente amplio como para hacer pasar su guitarra por la del gran Vini Reilly de The Durutti Column en “Socialising” o “Skeleton Coupling”. Si añadimos que tanto la voz como la forma nocturna y ambiental de hacer sonar la armónica lo acercan a Matt Johnson de The The, podemos ver hacia donde quiere llevar su música. Pero hay más: la citada “Tomorrow Is Perfect” resucita el pensamiento en una banda de la que se habla poco hoy en día, los fugaces y brumosos Bark Psychosis, para los que Simon Reynolds acuñó el adjetivo “post-rock” por primera vez.
A toda esta estética sonora estilosa y minimalista añade unas letras sugerentes. Un estado triste o melancólico por algo que ha pasado, muchas veces sin citarlo explícitamente, sino con insinuaciones y huecos que quien escucha puede rellenar. En “Seventeen”, de las más explícitas, es una temprana adicción; en “Ugly”, un poner encima de la mesa su parte fea y hasta depravada para que su partenaire no diga que no lo vio venir. En muchas hay pistas y restos del naufragio de una relación (con más introspección que drama). Todo en este álbum ayuda a adentrarse en tal estado de ánimo. En “Petals” se vuelve casi pop y no cuesta imaginársela cantada por Marcus Brown de Nourished By Time. Otro espectro flotante en el ambiente, en dejes vocales o esa melancolía paladeable en cada sílaba, es el del Mark Kozelek de los Red House Painters –el cierre con “Ecstatic Heads” es donde más claramente se percibe–. Pese al juego de los múltiples espejos, todo encaja dentro del refinado mundo propio que está empezando a crear MWL. ∎