Álbum

Massive Attack

Blue LinesWild Bunch-Circa-Virgin, 1991

El debut de Massive Attack fue uno de los grandes momentos de la música de los noventa: trip hop de Bristol como denominación de origen y “Blue Lines” como obra referencial de aquellos años. La revelación fue cosa de Daddy G, 3D y Mushroom, quienes fabricaron una sinfonía crepuscular a base de soul, reggae, dub y texturas electrónicas. Ayudados por la voces de Shara Nelson, Horace Andy y Tony Bryan, entregaron una obra clásica a la posteridad. Fue designado el mejor álbum de 1991 en el Rockdelux 82. Esta es la crítica original que se publicó en la revista cuando se editó el disco. La escribió Ricard Robles (tiempo después, codirector del festival Sónar). Escuchen, en la voz eterna de Shara Nelson, el tema emblema del disco, “Unfinished Sympathy”, canción que, años después, también fue elegida la mejor de la década de los noventa por Rockdelux.

No puede empezar mejor. Un poderoso bajo que te pilla totalmente desprevenido para arrastrarte hacia mundos irreales. Ventisca de fondo, voz sobrecogedora. Cool. Minimalista. Inmenso. Preciso. Cool, muy cool. ¿Alguien ha oído hablar del funk planeador? ¿Soul dodecafónico? Los términos son inútiles… ¿Cómo calificar, pues, semejante derroche de belleza? Massive Attack son palabras mayores y mi mano tiembla, tímida, antes de atreverme a calificarlos. Mi credibilidad frente a la suya. He oído este disco hasta la saciedad. He estrujado mi cerebro en busca de una explicación lógica y divulgativa y lo único que tengo claro es que “Blue Lines” supera cualquier expectativa. ¿Puedo decir que es sencillamente perfecto? Cuarenta y cinco minutos que se han hecho esperar meses y meses, precedidos por tres entregas en formato maxi que dejaron a más de uno con el alma en vilo.

El combo bristoliano arrastra en su pasado diferentes historias, desde el grafiti a los sound systems, que poco importan ahora. Se han apresurado en dejar claro que no son un grupo, ni un colectivo, ni tan siquiera una de las numerosas posses que tanto abundan en los últimos meses sobre el territorio británico. Sus intereses se concentran en lo musical; hacen y deshacen según su criterio, escapando a metodologías y sin la más mínima intención de sentar bases infalibles. ¿Es esa la clave de su efectividad? No lo sé, pero probablemente es tan sencilla que nuestras alambicadas mentes aún no la han alcanzado a desentrañar. Apuesto y digo que el misterio, si lo hay, es saber lo que se quiere, saber lo que se busca en cada canción y utilizar los recursos adecuados, y justos, para alcanzar el objetivo. ¿A que parece mentira? Que nadie espere encontrar una superproducción, mucho menos un producto multiestilístico.

Massive son la sofisticación de lo simple, la habilidad en la utilización de los ingredientes básicos y puros, sin aderezos ni salsas de nouvelle cuisine. Muy sano, muy cool. Massive subliman el soul, el hip-hop, el raggamuffin o el funk y lo impregnan todo de una sutileza que perturba, que casi asusta. Más directo que De La Soul. Más potente que Dream Warriors. El disco que debería haber hecho Lenny Kravitz. Nada que ver con todo lo demás. ∎

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