Si “Atlas Vending” (2020) mostraba ya cierta voluntad de abrir nuevos caminos sonoros en METZ, su quinto álbum hace valer los cuatro años transcurridos para apostar firmemente por ese propósito. Formulado con una comparación muy esquemática, Alex Edkins (voz y guitarra), Chris Slorach (bajo) y Hayden Menzies (batería) suenan ahora menos a Nirvana y más a My Bloody Valentine. Esto es, aquel sonido de guitarras basado fundamentalmente en el ruido y la abrasión evoluciona ahora hacia un estilo en el que tienen más cabida la sensación de espacio, exploraciones rítmicas algo más aventuradas y efectos de guitarra de aroma más shoegazer, más expansivo.
La banda afincada en Toronto (Canadá) ha hecho bastante hincapié en la influencia que sobre esto han tenido sus experiencias paralelas. Edkins, por ejemplo, está trabajando en bandas sonoras y, además, inició en 2022 su grupo Weird Nightmare, muy influido por el indie pop noventero, y eso le ha incitado a componer de modo más intuitivo, directo y emocional. Se percibe, sobre todo, en unos textos más sencillos de lo que en él era habitual. Todos ellos giran, de alguna manera, en torno a la idea de pérdida, aunque también hay cierto comentario social, como en “99”, que pone el dedo en la llaga de la avaricia de las grandes corporaciones.
Chris Slorach también ha compuesto música para series de televisión, y supongo que todo ello ha contribuido a revitalizar el sonido del trío, cuyo nuevo dinamismo brilla sobre todo en temas como “Superior Mirage”, corte central de un álbum que muestra sus otros bastiones más significativos al principio y al final, con sendas colaboraciones que tienen su relevancia. En la apertura, “No Reservation / Love Comes Crashing”, Owen Pallett aporta arreglos de cuerda, mientras que la canción de cierre, “Light Your Way Home”, es un dueto con Amber Webber, de Black Mountain, que, para cerrar con otra comparación esquemática, bien podría ser para METZ lo que “Sometimes Always” (1994) fue para The Jesus & Mary Chain. ∎