Que Michael Hurley (1941-2025), alias Snock, nos dejara un 1 de abril –April Fools’ Day, el día de las bromas en EE. UU.– parece casi un guiño final de un artista al que la sorna y el ingenio lo acompañaron toda la vida. Tenía 83 años, venía de tocar en Knoxville y Asheville, y dejaba terminado su último disco apenas unos días antes. “Broken Homes And Gardens” se convierte así en una despedida y, al mismo tiempo, en un compendio de todo lo que hizo de él un raro imprescindible con su humor surrealista, blues torcido, folk casero y fábulas domésticas.
Algunos títulos clásicos de su catálogo, como “Long Journey” (1976) o “Have Moicy!” (1976, junto a The Unholy Modal Rounders y The Clamtones, considerado un hito del folk outsider), se pueden encontrar hoy en digital, mientras que sus ediciones físicas sobreviven especialmente en el mercado de segunda mano a precios desorbitados. Todo ello refuerza la idea de que explorar su discografía es como cazar tesoros escondidos. En ese contexto, este regalo póstumo adquiere un valor todavía más especial.
“Broken Homes And Gardens” se fue gestando durante tres años entre su estudio casero, Bellemeade Phonics, y The Rope Room de Astoria (Oregón), con miembros de la misma familia de “The Time Of The Foxgloves” (2021): Luke y Olaf Ydstie, Kati Claborn, Rachel Blumberg, Nate Lumbard. También junto a Halli Anderson, Merle Law, Kassi Valazza, Lewi Longmire o Barry Southern. Una experiencia totalmente hogareña y comunitaria.
Este repertorio es un collage totalmente snockiano. Primero de todo, hay varias piezas revisitadas. Por un lado está “Indian Chiefs & Hula Girls”, presente en “Watertower” (1987), a medio camino entre el old time y el folk-blues juguetón y que habla de gente bailando, dispuesta a seguir “ese viejo ritmo de siempre” (“that old time thing”), con una atmósfera festiva y repetitiva que invita a unirse al jolgorio con un saxofón tenor como maestro de ceremonias. “Abominable Snowman”, incluida en “Parsnip Snips” (1995), gana con esta nueva lectura, ahora más expansiva con el violín y el xilófono y una voz más desgarrada por el paso del tiempo. Una de las joyas escondidas de Hurley es la tercera y última pieza reinterpretada, “Letter In Neon”, que aparecía como “Letter To Neon” en “Wolfways” (1994); ahora es más cruda y cercana al country-blues.
Están las canciones nuevas, como “Fava”, con su estribillo culinario de ricotta, chapata y frittata coronado por la pregunta absurda del millón (“How ’bout a banana for mañana?”), o “This”, instrumental fantasmal que parece un cuento de ánimas o presencias sobrenaturales acompañado de clarinete y marimba. “New Orleans ’61” es puro blues parlado de más de seis minutos, un recuerdo de viajes con café de achicoria, sándwiches grasientos y forajidos errantes.
También hay versiones que funcionan como espejo de su espíritu: “Cherry Pie”, viejo doo-wop de Marvin & Johnny, convertido en canto coral de folk casero con Valazza y Law. Y por último “In A Dress” de Kenny Roby, que clausura el disco y quien sabe si su discografía entera. Hurley aparece con su voz gastada acompañado por el bajo tambaleante de Ydstie. Sí, un final desconcertante, imperfecto y conmovedor.
En “Broken Homes And Gardens” suena íntimo y excéntrico a la vez, como la vida de un músico que fue outsider desde sus días en el Greenwich Village de los sesenta. El mismo que dibujaba perros antropomorfos en sus portadas únicas coloridas, tocaba en tiendas de alfombras y acabó siendo reverenciado por Cat Power, Yo La Tengo, Joanna Newsom o Vetiver. Definitivamente, su folk raro nunca sonó tan hogareño: Hurley lo sabía y nos lo dejó envuelto en papel de estraza. Todos los que nos acercamos a su música tuvimos una relación especial con ella; seguiremos oyendo su risa de fondo y vistiendo sus camisetas para reconocernos. Un último brindis por la certeza de que continuamos en su fiesta extraña. Gracias por el viaje. ∎