Álbum

Miguel Poveda

DesglaçTaller de Músics-Discmedi, 2005
Miguel Poveda siempre ha cantado a la temperatura del deshielo. Su voz mana como el agua en el momento en que deja de ser piedra inerte para convertirse en vida. Tal vez por ello ha titulado este quinto disco “Desglaç”, que significa “deshielo” en catalán. Sí, porque a pesar de su condición de cantaor y de que ahora resida en Sevilla, este trabajo recoge doce poesías escritas en catalán que Poveda canta como los ángeles. Sin interferencias lingüísticas. Y esperemos que tampoco radiofónicas, pues, tras años de gestación, su publicación ha coincidido con toda la polémica del cava y el estatut. Lo que al principio era casi un encargo se ha convertido en su disco más personal. Él mismo ha seleccionado los poemas (excepto uno de Verdaguer, todos del siglo XX), ha dirigido la producción y, por primera vez, ha participado en varias composiciones; junto a músicos y arreglistas tan afines como Chicuelo, Marcelo Mercadante, el maestro Amargós y el talento cada día más consolidado de Enric Palomar.

No es, como se había dicho, un disco de flamenco en catalán, por más que incluso haya unas bulerías (la estremecedora “Jo, l’invertit de cos i d’ànima”) y que Poveda no renuncie a su deje jondo en casi ningún momento. Se mueve principalmente entre la canción rapsódica y el lieder meridional, con mucho de música clásica contemporánea, bastante de tango y algo de copla (el arranque de “A mos bescantadors” y la resolución de “Declaració”). Igual apela a Enrique Morente en sus formas como diluye un motivo melódico de Brahms entre melismas orientales (“Boca seca”). Vocalmente apenas se resiente del cambio idiomático. Brilla sobre todo en “Tant se val” y la contundente “Final!”, que Joan Brossa escribió el día que murió Franco. Y es que “Desglaç” no es solo valiente en lo formal. Aparte de Albert Pla, a uno se le ocurren pocos cantantes capaces de atreverse con lírica de semejante crudeza. ∎

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