Ochenta minutos, veintiséis canciones y un nudo en el estómago que la distorsión no hace más que constreñir. Ruido blanco para corazones negros y el dolor purgado lentamente entre cacharrería industrial, sacudidas rítmicas recién salidas de un desguace y canciones atrapadas entre las cuchillas de una batidora. Y de pronto, el alarido. Black metal para sanar las heridas y la tormenta huyendo de la calma con los ojos desorbitados. “You get swallowed by the lion / swallowed alive / and you live to tell the tale”, canturrea una inquietante voz infantil segundos antes del volantazo folk de “My Canopy”, Bon Iver antes de Bon Iver y Phil Elverum en feliz rencuentro consigo mismo.
Cinco años después de su último disco como Mount Eerie y a ocho ya de la muerte de su esposa Geneviève, tragedia que alimentó los desolados y desoladores “A Crow Looked At Me” (2017) y “Now Only” (2018), Elverum empieza a salir del hoyo para autorretratarse al natural en el hermoso y desconcertante, pero sobre todo hermoso, “Night Palace”. Un viaje alrededor de sí mismo que completa aquella autobiografía musicada que fue “Microphones In 2020” (2020), álbum con el que rescató (y enterró) su antiguo alias tras casi dos décadas en barbecho.
En este caso, el autor de “Lost Wisdom” (2008) deja que la música hable por sí misma y se enrede sutilmente a unos versos de dolor y gloria, de meditabundos paseo al amanecer, humorísticas meadas nocturnas y certeras píldoras de enmarañada canción protesta, mientras construye un palacio nocturno sobre deliciosas miniaturas como “I Walk”, “Broom Of Wind”, “Huge Fire” y “I Saw Another Bird”.
Canciones con las raíces bien hundidas en el indie y las antenas orientadas hacia un mundo interior que Elverum va desplegando entre sacudidas de noise, remansos de paz folk y latigazos de vanguardia mutante como los de “Demolition”, doce minutos de spoken word, crujidos experimentales y abrasiones lo-fi.
Aventurero y habilidoso, el estadounidense se exprime y desparrama para resumir casi todo su corpus musical en melodías anudadas a Neutral Milk Hotel por delante (“November Rain”) y a Yo La Tengo por detrás (“Co-Owner Of The Trees”) y atravesadas por una inquietud infatigable que da alas a frondosos dípticos como el que que forman “Wind & Fog” y “Wind & Fog. Pt. 2”. Una vez más, la tormenta y la calma agarrándose por las solapas y enzarzadas en una batalla sin fin en el corazón de un disco desconcertantemente bello. ∎