Con su cuarto álbum en estudio, los estadounidenses Nation Of Language se estrenan en Sub Pop, el diversificado sello de Seattle, ahondando en una forma de hacer que remite directamente a los proyectos híbridos del tecnopop de los años ochenta –aquellos que utilizaban sin tapujos guitarras y/o bajo eléctrico– desde una perspectiva inevitablemente actual. Pero se preguntarán en qué consiste. La respuesta podría tener que ver con esa combinación siempre sutil de factores individuales y con la pérdida de la inocencia, el zeitgeist que todo lo invade.
Por el nombre, Nation Of Language recuerdan a League Of Nations, una efímera banda californiana de minimal synth. El proyecto de David Sinfield operó entre 1982 y 1984 con su sonido electrónico bastante más puro y destartalado que el de estos renovadores contemporáneos con destellos de aquel amateurismo creativo inevitablemente más presente en sus dos primeros álbumes. Con “Strange Discipline” (2023), Ian Richard Devaney y compañía dieron un salto de calidad con el productor Nick Millhiser en completo control de dichas tareas y de la mezcla, que “Dance Called Memory” consolida sin grandes cambios.
Mirar al pasado sin ira no tiene por qué ser anatema de modernidad si la materia prima es buena. Sobre todo, hablamos de la calidad de canciones como “Can’t Face Another One”, donde parece que cantara Louis Philippe; “In Another Life” suena a los mejores The Magnetic Fields; “Silhouette” y Future Islands son casi la misma cosa con Nation Of Language prácticamente en un juego de metarevival; “Now That You’re Gone” invoca a The Cure, Cocteau Twins y Tears For Fears. En “I’m Not Ready For The Change”, quinto tema del disco y el primero más conocido al ser uno de los singles que adelantaron el verano pasado, la introspección eufórica de unos OMD revive con fuerza como en el déjà vu arpegiado de “Under The Water”.
Devaney acentúa en “Dance Called Memory” sus formas elegíacas y delicadas de cantar los himnos melancólicos de Nation Of Language. En esto recuerda a Noah Lennox, de Panda Bear, pero sin añadir demasiados efectos ni doblar la voz. Escuchen la hermosísima “Can You Reach Me?” y quizá estén de acuerdo con esta apreciación. Un clasicismo refrescante que también encuentra ecos en Roland Orzabal y Curt Smith –de nuevo Tears For Fears–, especialistas en hacer pop con angustias existenciales y sentimientos de pérdida similares a los que informan buena parte del álbum de los neoyorquinos aunque cueste seguir el rastro temático a unas letras evocadoras donde suele prevalecer la musicalidad sobre lo narrativo.
“Dance Called Memory”, otro disco de excelente título que podría traducirse como “Ese baile llamado memoria”, se enmarca dentro del natural proceso de sofisticación al que aspira cualquier banda con inquietudes de mejora a pesar de ser un álbum menos ambicioso o impactante que su antecesor. Hay en él una simplicidad o claridad de formas manifiesta en cortes como “Nights Of Weight”, que podría estar en cualquier repertorio de dream pop vaciado de las ampulosidades del género. Lógicamente, es imposible prever qué sucederá con ellos, si querrán transformarse en unos nuevos –e insustanciales– Simple Minds –quienes, por cierto, tienen un excelente tema de 1981 titulado “League Of Nations”– o preferirán alimentar su nicho magnético, ganado a pulso durante estos cinco años pospandémicos, frente a la dispersión de la era de las plataformas. “Dance Called Memory” evidencia que las posibilidades comerciales de la banda siguen intactas aunque pueda sonar a apéndice transicional de “Strange Discipline” y el sónar detecte una gravitación interior de permanencia en el nirvana de las melodías esponjosas que apuntan al corazón sin partirlo en dos, lo cual está muy bien. ∎