El mundo del rock es tan dado a carreras pasajeras o gratuitamente prolongadas que a menudo aplicamos con ligereza el término “madurez”. Hace más de dos lustros,
“Your Funeral... My Trial” (1986) pudo fácilmente calificarse así, cuando aquello era más bien su plenitud. Madurez es otra cosa. Ni siquiera
“Let Love In” (1994), inmejorable constatación de que el eterno alumno aventajado, errante vampiro de una tradición a la que no pertenecía, era ya maestro en su propio estilo. Madurez es
“The Boatman’s Call”. Abriendo una nueva etapa en su vida artística. Diferente, pero inevitablemente ligada a toda su experiencia anterior. Más serena, menos entusiasta y, también, mucho más cierta.
A primera vista todo ha cambiado. Desde la portada (¡si parece Kevin Bacon!) hasta unos Bad Seeds ampliados y reducidos al mismo tiempo, interviniendo únicamente los instrumentos precisos en cada canción. Un repertorio lento y recogido, depurado al máximo, para un
Nick Cave convertido en vocalista de altura.
Si el artista palpitante y descarnado se transformó con los años en actor de sí mismo, ahora este disco viene a ser como mirar al cielo tras unos fuegos de artificio. Más hermoso cuanto más te fijas en él.
“Murder Ballads” (1996) ha funcionado comercialmente como ninguno, pero este trabajo no vuelve a recapitular postulados. Lejos de buscar un nuevo campo, ha interiorizado el suyo propio. Sirviéndose únicamente de piano y bajo como declaración de principios en el single de apertura, el majestuoso
“Into My Arms”, y con suficiente carga emocional negativa para ahuyentar a maduros consumidores de discos-relax. Consiguiendo unos textos tan perfectos –y tristísimos– que han sido unánimamente reconocidos como lo mejor de su cosecha.
“The Boatman’s Call” es, pues, un paso convertido en triple salto: acercándose más que nunca a su esencia, situándose sin paliativos al mismo nivel que sus maestros consagrados y aprendiendo a la vez de su propia escuela, sin que, hoy por hoy, ningún neodepresivo sea capaz de hacerle sombra (con permiso de los mismísimos Tindersticks). ∎