Casi cinco años después de darse a conocer con unas canciones subidas a Soundcloud que exhibían un R&B casero hecho a base de susurros y reverb, Omar Apollo ya está listo para entregar su álbum de debut, de una complejidad en la producción que no está reñida con una cierta sensación de que a este joven mexicano-estadounidense las cosas le salen con una facilidad pasmosa. Y eso que el parto de este “Ivory” ha sido francamente tortuoso. Durante el primer confinamiento, echó a la papelera las demos en las que estaba trabajando, replanteó su enfoque de trabajo y, al menos, recompensó al fan con “Apolonio” (2020), una colección de sketches que tocaban todos los palos: desde el funk de Parliament hasta el corrido mexicano. Porque así es un poco él, de una curiosidad musical elogiable, pero también de una joven indecisión que le impedía ser el sucesor de Miguel que había nacido para ser (lo de Prince, de momento, y por mucho que se empeñe, aún son palabras mayores).
Con “Ivory”, eso sí, alcanza cotas más ambiciosas, como si todo lo aprendido por el camino hubiese dado sus frutos (colaborar con Kali Uchis, recibir una nominación a un Grammy latino compartida con C. Tangana y liar al legendario Bootsy Collins para añadirle funk a un remix de “Stayback”). El disco, con todo, retiene el poso experimental y la ambición estilística de sus anteriores acometidas: en 16 canciones que sobrepasan por poco los 40 minutos de duración, el de Indiana salta, sin que apenas lo percibas, de la canción mexicana tradicional en la Juan Gabriel state of mind “En el olvido” a los ritmos saltarines trap firmados por Pharrell (“Tamagotchi”), del indie rock guitarrero del cambio de milenio de The Strokes (“Talk”) a, claro, el R&B de falsete de seda que esconde “No Good Reason”.
De todos modos, Omar Apollo siempre se ha lucido más en el ámbito de la colaboración, y es rodeado de almas gemelas donde saca mejor rédito. Más allá de la citada producción de Pharrell (ojo, porque en el pasado ya había trabajado también con Chad Hugo, el otro Neptunes), también aparecen en “Ivory” Daniel Caesar en “Invincible”, una competición para ver cuál de sus dos falsetes alcanza antes los cielos; y Kali Uchis en “Bad Life”, su mejor imitación hasta la fecha de Frank Ocean. Pero no se queda solo en ese juego de espejos, sino que es una canción que engloba toda la evolución de un sonido ya sí listo para jugar en las grandes ligas. Y, todo eso, sin olvidarse de que también es un letrista formidable. Bilingüe como es, se aprovecha del español y del inglés según le convenga mejor, exhibiendo por el camino su personalidad de joven queer de piel marrón y con ese candor posadolescente que antaño le hizo vulnerable en los juegos del amor, pero que ahora por primera vez confronta de verdad sus sentimientos. ∎