Uno de los mayores ejemplos de “user experience” aplicada a la escucha pasiva nos retrotrae a la década de 1990, cuando la cadena de cafeterías Starbucks integró la música como un elemento central de su imagen de marca. A través de su alianza con el sello Hear Music, Starbucks promovió un discurso dirigido a adultos culturalmente inquietos, publicando CDs de la mal llamada “world music” que podían comprarse en sus establecimientos. Dejando de lado la radio, el ejemplo de Starbucks y su relación con las músicas del mundo ha sido paradigmático en lo que se conoce como música ubicua, que es aquella que está presente de forma constante en la vida cotidiana, sin necesidad de que el oyente la busque activamente. No se escucha en un contexto de concentración plena, sino que se funde con el entorno: la world music, las versiones acústicas y baladeras de temas comerciales o la “música de ascensor” son algunos paradigmas de la ubicuidad. La música de Parcels, a menudo también denominada como “música para bodas”, encaja bien dentro de la categoría: Khruangbin o Jungle son algunos de sus vecinos.
Parcels parecen los herederos directos de Muzak, una de las primeras y más influyentes empresas dedicadas a la música de fondo para espacios comerciales y públicos. Aunque “Day/Night” (su último disco, de 2021) era un poco más ambicioso en cuanto a salirse de ese canon pasivo, en “LOVED” regresan de lleno a su fórmula tradicional: entre la música clásica, el jazz, la new age y el disco-funk, su último LP conjuga el uso primordial del piano con unas guitarras a contratiempo y unos arreglos orquestales más del clasicismo que de las nuevas vanguardias. Y, por supuesto, muchos coros.
Así, “LOVED” representa la cúspide de un funk despreocupado, cristalino y muy blanco, una versión estilizada y domesticada de un género que, históricamente, ha sido una experiencia profundamente negra. En ese sentido, Parcels representa la intersección entre la elegancia y la funcionalidad: por un lado, mantienen la sofisticación instrumental y la influencia del funk y el disco; por otro, se insertan en un mercado de consumo cómodo y cosmopolita, estilizando el género en un concepto en el que la densidad y la potencia originales se suavizan para el consumo mainstream.
No obstante, su sofisticación técnica es innegable, y cada tema está cuidadosamente construido: “Everybodyelse” despliega un arreglo inspirado en el R&B que juega con capas de armonías y texturas; “Sorry” nos sitúa en un territorio electrónico cercano al hip hop, donde los ritmos de batería crean un groove discreto pero constante, y “Yougotmefeeling” canaliza directamente la influencia de los Beach Boys con varios guiños conscientes a la técnica de los estadounidenses. La música de los australianos está, en este sentido, exquisitamente hecha: cada instrumento, cada efecto y cada armonía está calculado con precisión y mucho bagaje, generando un sonido pulido, elegante y agradable al oído. Sin embargo, cuesta pensar que esa pulcritud no esconda un punto profundamente reaccionario, al domesticar el funk y convertirlo en un producto de escucha pasiva. Música de bodas, en definitiva: ¿hay algo escondido debajo de todo ese “buen rollito”? En cualquier caso, que vivan los novios. ∎