Desde que apareció al frente de The Jam en los setenta, Paul Weller siempre ha ido por libre. No hay etiqueta que se le resista, y él mismo las rompe cuando apenas las lleva puestas: primero incendiando el punk y el revival mod, después saltando sin complejos al pop elegante y comprometido con The Style Council. En solitario, el Modfather ha mantenido ese mismo pulso inquieto, reinventándose disco tras disco, sin perder nunca su pegada ni su olfato para adelantarse al resto.
A diferencia de su anterior trabajo de estudio, “66” (2024), donde predominaban melodías cálidas, instrumentaciones ricas y cierto aire reflexivo, su nuevo y decimoctavo álbum en solitario, “Find El Dorado”, se presenta como una exploración más relajada y personal. Weller propone un íntimo viaje por algunas canciones que, según sus propias palabras, lleva años cargando consigo y que finalmente ha sentido oportuno compartir. Producido por su viejo compañero Steve Cradock (guitarrista de Ocean Colour Scene), el disco rescata auténticas rarezas que reflejan sus gustos personales más eclécticos, principalmente de la primera mitad de los años setenta.
Mientras que su primer intento con covers, “Studio 150” (2004), dejó una sensación algo dispersa y desigual, en “Find El Dorado” Weller se adentra con mayor determinación en canciones que resuenan profundamente en él. Aunque este trabajo peca ligeramente de falta de riesgo creativo, en comparación con anteriores álbumes que mostraban apuestas más originales, su selección oscila entre el folk, el soul, lo psicodélico y el soft rock, ofreciendo versiones contemplativas y arreglos minimalistas que contrastan deliberadamente con sus raíces más explosivas. Por momentos, la atmósfera acústica y contemplativa recuerda ligeramente a Nick Drake, aunque sin llegar a su fragilidad ni a su característica profundidad emocional.
El disco abre con “Handouts In The Rain” de Richie Havens, interpretada como un conmovedor dúo junto al artista irlandés Declan O’Rourke, a quien ya produjo su álbum “Arrivals” (2021). Es una canción que marca la pauta de esta entrega, con un tono introspectivo, arreglos elegantes y voces bien encajadas. Weller acierta especialmente en temas como “Pinball”, original del actor-músico Brian Protheroe. En esta versión, con el delicioso saxo de Jacko Peake, consigue captar una nostálgica atmósfera de perdedores entrañables, muy al estilo británico, evocando una melancolía cotidiana: “I’ve run out of pale ale / And I feel like I’m in jail”. Algo similar ocurre con “Nobody's Fool”, escrita por Ray Davies para la serie televisiva británica “Budgie”, con una interpretación rasgada de su voz que parece quedarse a medio camino pero que adquiere su potencial con el piano de Cradock y los instrumentos de cuerda: “I’m nobody’s shelter, I’m nobody’s cover / I’m nobody’s lover, and nobody’s friend”.
Una de las pocas canciones conocidas del álbum, sin duda, es la versión del clásico “I Started A Joke” de los Bee Gees (tratada aquí con una grandeza inusual), donde Weller consigue darle una vuelta de tuerca personal y conmovedora. Otro punto alto es “Where’s The Smoke There’s Fire”, un rescate de funk olvidado de los ochenta que se convierte en un inesperado momento de energía y frescura dentro del conjunto.
Las colaboraciones son discretas pero acertadas: Noel Gallagher aporta su guitarra en“El Dorado” , una introspectiva pieza del cantautor norirlandés Eamon Friel, mientras que Robert Plant participa con armónica y voz en la emotiva “Clive’s Song”, de Clive Palmer. Particularmente destacada es la contribución del músico senegalés Seckou Keita, cuyo toque de kora añade luminosidad y textura a “Journey”, originalmente grabada por Duncan Browne. Entre las sorpresas agradables están la versión de “When You Are A King” de John Hill y Roger Hill, transformada en un corte orquestal gracias a los arreglos de Hannah Peel, y la reivindicación de la joya perdida “Lawdy Rolla” de la efímera banda francesa The Guerrillas, convertida en una irresistible pieza de rhythm’n’blues en la voz de Weller.
Visualmente, la portada de algas marinas a lo Rick Griffin refleja el espíritu de la obra: sencilla, elegante y ligeramente nostálgica, en perfecta sintonía con la sonoridad del disco. En resumen, aunque algunos puedan considerar este proyecto como no esencial en la carrera del británico, “Find El Dorado” se percibe como una exploración relajada y reflexiva del propio universo musical de Weller. Es un álbum disfrutable y personal, con momentos destacables, que afirma la vitalidad creativa de un artista que, lejos de quedarse anclado en su glorioso pasado, continúa buscando nuevas maneras de expresar su admiración genuina por la música que ama. ∎