Álbum

Pena Máxima

CrudoRepetidor, 2024

Lo que ves es lo que hay. Lo que oyes, más bien. Todo en Pena Máxima resuena con la rotundidad del sonido espartano, a medio cocer, sin pulimento. Lo han grabado con Raúl Pérez en La Mina, pero su factura podría ser fruto de los Electrical Audio de Steve Albini. En ese sentido, este segundo álbum hace honor a su nombre. Y enlaza perfectamente con lo que fue Un camino corto” (2023), su debut en la larga distancia. Aunque aquí suenen –ejem– más maduros. Se advierte en la inaugural “Golpe de amistad”, que empieza arrastrándose en modo slowcore hasta que una borrasca eléctrica restalla en mitad de su estribillo, si es que así se le puede llamar. Pese a su economía de medios, son diez canciones que no incurren en lo monocromo.

En “San Juan” revelan su faceta más onírica, acercándose a su manera a un shoegaze que lo mismo puede recordar a los Pale Saints como a los insignes apóstoles de aquella lentitud que a principios de los noventa era el último grito, Codeine. La belleza reptante de “El monstruo final”, con ese desarrollo moroso que va dinamizando su cadencia in crescendo, me recuerda a los siempre reivindicables Seam, al igual que el inicio de “Ropa vieja y plantas nuevas”, bonito compendio de delicadeza y empuje, un contraste que manejan con mucha destreza a lo largo de todo el disco. En “Cruces blancas” muestran su vis más pop, con un tramo central bañado en ruido (precisamente) blanco, mientras que “Flores del entierro” brinda su versión más expansiva, con la ayuda de Fajardo (dotados de una expresividad emo en las voces que no desentonaría en un disco de Cala Vento), antes de un tramo final apuntalado por la poética “Los árboles doblados” (la que más me retrotrae a la escuela de Migala o Polar), la solemne rotundidad de “Un esfuerzo” o ese tour de force final que es “Una casa ardiendo”.

Los hermanos Julián y Pablo Campesino, ex Autumn Comets, no inventan la pólvora, eso es obvio, pero sí emulsionan con extraordinaria destreza todos los componentes de su destilado para facturar un puñado de detonaciones que bien pueden hacer las delicias de los fans de Low, Slint, Karate, American Football o de cualquiera de los músicos citados en los párrafos anteriores. ∎

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