Aunque australiana de nacimiento, la música de Penelope Trappes es sin embargo reflejo de su viaje en busca del concepto de hogar, y en la transición desde una Nueva York electropop a la Londres minimal y oscura de su dúo con el productor Stephen Hindman, The Golden Filter, están muchas de las claves de su evolución. En solitario, Londres ha sido el caldo de cultivo fundamental en el que se movió su primera trilogía –“Penelope One” (2017), “Penelope Two” (2018), “Penelope Three” (2021), publicados en sellos tan prestigiosos como Optimo Music y Houndstooth; también ha colaborado con Longform Editions–, pero mudarse a Brighton le cambió la perspectiva. Desde allí, más conectada con la naturaleza y con un estilo de vida tranquilo, se lanzó a la aventura de un sello propio –Nite Hive– para poder lanzar su cuarto álbum, “Heavenly Spheres” (2023), en el que experimentaba con su voz y un abstraído piano vertical y temáticas más trascendentales. Ahora, su quinto trabajo –y su estreno en One Little Independent Records, sello que también acoge a Björk– surge de un período de aislamiento total entre Glasgow y el salvaje norte de Escocia haciendo terapia psicodélica para exorcizar los demonios de lo que ella misma llama “traumas generacionales”: “Es una externalización del poder y la fuerza necesarios para combatir las generaciones de abuso y oscuridad que mis padres reconocieron utilizar en su crianza y para poder alejarlas de mis propias conductas sociales y mi psique”.
“A Requiem” es, así, una especie de ceremonia ritual ante los espíritus ancestrales de la naturaleza y la psicodelia con el fin de confrontar los propios demonios y expulsarlos. Parte por tanto de algo universal, pero puesto al servicio de un funeral propio, y en ese ánimo se acerca a algún tipo de brujería oscura, prohibida: Penelope Trappes convoca a las fuerzas del más allá de la mitología celta, los espíritus de la tierra, el bosque, el agua y el viento, la magia de las genealogías y la sabiduría ancestral para un réquiem por la oscuridad que dejamos, para abrazar un nuevo tipo de luz; la esperanza pasa por la pira, y el renacimiento implica un tipo de muerte. “Wash it down with violent hope”, dice en la organística “Red Dove”, que empieza en la gravedad emocional de Sigur Rós pero después se va adentrando en una visión oceánica –folk acuático como el de la mejor Weyes Blood– a través de un hipnótico arpegio de sintetizador; imposible no pensar en Björk cuando recurre a las palabras “Quiet, oh so quiet”. Es la pieza central del disco junto a “Anchor Us To Seabed Floor”, su reverso en forma de ambient submarino, con su ingravidez pesada y un sónar noise interrumpiendo el final.
La contemplación solitaria de los mares bravíos del norte de Escocia, azotados por el aire, y de sus inmensos cielos grisáceos sirve en gran parte para la construcción ambiental de “A Requiem”, pero al mismo tiempo hay una dimensión íntima, casi monacalmente enclaustrada, en el uso de drones de chelo como presencias perturbadoras que acechan en la sombra y de voces fantasmagóricas como las de “Caro”. En “Bandorai”, los cánticos solemnes e introspectivos de las druidas de la naturaleza se pierden en la niebla profunda de unos ecos sintéticos mientras los chelos contribuyen a esa tensión casi terrorífica; la más gótica “Sleep”, una especie de letanía mortuoria, es trémula e inquietante, reminiscente del trabajo ultratensionado de Scott Walker en su última trilogía tenebrista, y en “Platinum” hay una conexión con los Sigur Rós más telúricos a través de una pieza sacrificial, metálica y cavernosa que conecta conceptualmente con “Torc”, nombrada así por el torques, una pieza ceremonial de la Edad de Bronce cuya etimología se relaciona con el carácter sagrado del jabalí en la civilización gaélica.
La conexión constante con lo sagrado y la idea de muerte “corpórea” atraviesa todo el trabajo, pero especialmente su tramo final: precisamente “Torc” forma junto con la homónima “A Requiem” la sección más canónicamente ambient de todo el recorrido, una especie de ensoñación a lo Enya sobre la naturaleza de los mitos, y la clausura que supone “Thou Art Mortal” aterriza en una tierra totalmente céltica entre This Mortal Coil, Enya y Sigur Rós antes de darse un baño de noise y perderse en el silencio. “Tú eres mortal pero no el océano, no el lago, no la cascada”, parece decir Trappes. Muere y sé como el agua. ∎