Álbum

Pete Astor

Tall Stories & New ReligionsTapete-Gran Sol, 2024

No suele ser muy alentador ese momento en que a algunos artistas les da por retomar y rehacer canciones de su pasado. Peor si son discos enteros que ya fueron inmejorables en su día, caso de Cat Stevens. Pero cuando se trata de alguien tan infalible, que sabe lo que se hace, estable pero indagador siempre, como Pete Astor, los temores se disipan rápido. Y se convierten en entusiasmo, al grito de “lo ha vuelto a hacer”, en cuanto la aguja va recorriendo el surco de este brillante, hermosísimo y, sobre todo, perfectamente coherente “Tall Stories & New Religions”.

Ese caballero londinense que siempre ha sabido habitar las sonoridades de los campos norteamericanos desde el conocimiento curioso y modesto del mejor profesor ha cogido, efectivamente, momentos de un cancionero glorioso elaborado a lo largo de cuarenta años y con las más diversas formaciones y ha rehecho una docena de sus composiciones. Las devuelve tan respetuosamente genuinas como absolutamente contemporáneas, tan revestidas como reconocibles. Aunque sus formas originales sean muy distintas entre sí, en este álbum que podría ser sin más la nueva colección de Pete Astor esas canciones ya conocidas tienen una sonoridad y un propósito común. Y con la mayor naturalidad. Sin malabarismos, Astor encuentra en cada una de ellas una nueva forma tan apropiada como la original, ni mejor ni peor, no hace falta comparar, porque una y otra se hacen ahora necesarias.

El criterio de elección debe ser impulsivo y personal, porque ni escoge los temas más emblemáticos, ni los más desapercibidos. Un poco de todo, y de todas las épocas, mezcladas.

A uno se le puede ir el selector directamente a comprobar cómo han quedado dos de las canciones más sobresalientes y conocidas de The Weather Prophets, y quedarse absolutamente complacido con ese tono tan relajado y sereno que ha dado a “She Comes From The Rain” y “Head Over Heels”, sin que renunciar a la pegada original de esas canciones suponga un desfallecimiento; todo lo contrario, revelan una belleza nueva, sin perder la tersura de juventud. La tercera escogida de la banda que le dio su despegue definitivo a mediados de los ochenta es, curiosamente, “Chinese Cadillac”, que en su día quedó alojada en la cara B del maxinsingle “Hollow Heart”.

Pero Astor comienza este reseteo con una soberbia versión de un tema creado con su primer grupo, The Loft, pero en su momentáneo regreso de 2009, “Model Village”, descripción de una comunidad modélica en la que todo funciona a la perfección. Una delicia absoluta, que ya marca la sonoridad limpia, elegante, en la que nada sobra ni falta, siempre acogedora pero no comodona, lograda en compañía de unos músicos cercanos, experimentados pero no rutilantes, gente en la que confiar: el guitarrista Neil Scott que colaboró con Felt y Everything But The Girl; el bajista Andy Lewis que llegó a firmar un single con Paul Weller y un álbum con Judy Dyble; el batería Ian Button, de Papernut Cambridge y Go-Kart Mozart, y el teclista y colaborador de gentes diversas como Iggy Pop y Chrissie Hynde. Pero no hay colisión ninguna, todo fluye al unísono entre ellos.

No hay más rescates de The Loft, pero Astor sí aprovecha para dar visibilidad a canciones que compuso para su proyecto menos difundido, pero igualmente valioso, The Wisdom Of Harry, medio acústico, medio electrónico. Y ahí resalta la suntuosa maravilla en que se ha convertido la antaño lo-fi “Ladies And Gentlemen” y su renuncia al bienqueda: Ladies and gentlemen / I’m tired of having fun / In the freeze of the headlights this rabbit’s been undone / I’m tired of being nice to everyone / When I see them coming now I just run. Con Marsh Blues y “Disney Queen” se completa el realce del legado breve pero muy aprovechable de The Wisdom Of Harry.

Y de sus discos en solitario, Astor incide en esos dos primeros álbumes, aquellos que nos confirmaron que iba a haber talento de larga duración tras la separación de The Weather Prophets, “Submarine” (1990) y “Zoo” (1991), de los que emergen tres canciones que lanzan otro de los mensajes valiosos de este regreso al pasado: que en ningún caso se trata de arrepentimientos que ahora haya que arreglar con nuevos sonidos. “The Emperor, The Emperor And The Birthday Boy” no cambia mucho en su intimismo grave y acústico, como si Astor nada más quisiera recordar la cantidad de grandes canciones que tiene en su catálogo, que siempre han merecido mayor trascendencia. Y de los álbumes posteriores a su nombre solo elige “Nancy True Knot”, que formó parte de “Hal’s Egg” (2004), primorosamente revitalizada.

Si quienes hemos seguido al detalle toda su trayectoria desde sus inicios recibimos “Tall Stories & New Religions” con el mismo alborozo y la misma sorpresa que si fuera un ramillete de nuevas composiciones, y con el convencimiento de que se trata de un disco magnífico, el propósito para celebrar sus primeros 40 años haciendo y publicando canciones no podía estar más justificado. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados