Digámoslo en forma de titular: joven productor millonario, raquítico y excéntrico define el sonido del melodrama adolescente, singles que estallan en corazones jóvenes, ansiosos por encontrar en sus surcos el nombre de sus anhelos y esperanzas, reales o imaginarias, fruto del aburrimiento o de la desesperación; sentimientos desbordantes prefabricados por compositores profesionales y servidos con la producción de un joven catalizador genial del pop. Las sensaciones que evoca
“Back To Mono (1958-1969)” son el mejor testimonio, el más emocionante, de un lugar y una época, Estados Unidos a principios de los años sesenta. Aunque el CD no sea el mejor formato para recoger una producción pensada para el impacto de los discos de 45 rpm, esta es la mejor colección disponible (existe también una serie de nueve LPs que abarca un período más amplio de su trayectoria) para introducirse no solo en el mundo de
Phil Spector, sino también en el panorama deslumbrante del sonido de los grupos de chicas, los compositores del Brill Building y las listas de éxitos norteamericanas antes de la invasión británica.
A lo largo de tres CDs, “Back To Mono (1958-1969)” repasa la trayectoria de Spector, desde sus inicios con THE TEDDY BEARS (abre la caja el clásico absoluto
“To Know Him Is To Love Him”, dedicado a su padre, que se suicidó en su infancia) hasta sus últimas producciones después del cierre de su sello Philles y el fin de su reinado en las listas. La caja se completa con un cuarto CD,
“A Christmas Gift For You From Phil Spector” (publicado como LP en 1963), un disco de villancicos a cargo de las estrellas de la factoría Spector. Aunque las notas del libreto saben a poco (sobra lujo en la presentación de las letras de las canciones y falta información), la caja refleja la heterogénea obra magna de Phil Spector hasta 1969, desde el doo-wop hasta sus pinitos con el soul e incluso el folk-rock. En el epicentro se sitúan las canciones de THE CRYSTALS y THE RONETTES, clímax del sonido de los grupos de chicas (fueron las mejores, junto a The Shangri-Las), sin el que no hubieran existido ni el falsete de The Beach Boys ni las armonías de The Beatles.