Disco destacado

Raül Refree + Niño de Elche

Cru+esSony, 2025

Raül Refree y Niño de Elche son dos de las máximas personalidades de la música española del siglo XXI, sección “alta cultura”. Que terminaran colaborando juntos era simple cuestión de tiempo y, en realidad, lo llevan haciendo desde hace varios años, desde 2017, concretamente, cuando comenzaron a trabajar en la “Antología del cante flamenco heterodoxo” (2018). Ese no fue, sin embargo, el primer momento de su encuentro, que se produjo en 2014, cuando coincidieron en el estudio de grabación con Rocío Márquez, que los quiso incorporar, a cada uno por su lado, para “El Niño” (2014), su tercer álbum, en el que Raül arreglaba y producía y Niño de Elche intervenía invitado como cantaor revolucionario; para el recuerdo, su primer tema conjunto: “Los esclavos - Canción colonial”.

El auténtico primer fruto del encuentro premeditado de estos dos talentos superlativos fue la “Antología del cante flamenco heterodoxo”, donde Refree producía, además de intervenir instrumentalmente con percusión, guitarras, piano, charango, vihuela, clarinete y electrónica. Fue también por entonces cuando debutaron juntos en directo, en Es Claustre, en Maó, la capital menorquina, con un espectáculo basado completamente en improvisaciones.

La improvisación es el punto de partida fundamental de su trabajo conjunto. “Cru+es” también lo es. El disco nace a partir de “Ecstasis”, un espectáculo de directo que han ofreciendo esporádicamente desde hace unos seis años (con algunas actuaciones en España, pero, sobre todo, en el extranjero), al que inmediatamente sumaron a la reconocida escenógrafa gallega Marta Pazos, responsable también del diseño del álbum, inspirado en la icónica escenografía azul del espectáculo en directo. En él se representaban musicalmente poemas de autores de lo más variado, de Angélica Liddell a San Juan de la Cruz, pasando por Enrique Falcón, Thomas Merton o Ernesto Cardenal, entre otros: una exploración en toda regla de la mística y la espiritualidad, vista con una mirada contemporánea, en la que la pareja investigaba, como se definía en el programa de mano de esas actuaciones, “la poética de la liturgia, los escritos místicos y la iluminación religiosa en la literatura; el éxtasis y la adoración, la luz y la penumbra de nuestras creencias, los límites de la iluminación y la locura”, caminando sobre la fina línea que separa la vida y la muerte, y las preguntas fundamentales sobre qué-pasa-después.

En el concierto, la gente acudía a ver algo sobre lo que no sabía qué esperar, porque “incluso nosotros no sabíamos qué iba a pasar”, como dijo Raül el pasado miércoles, 8 de octubre, en la presentación del disco, que tuvo lugar en el pequeño auditorio de que dispone su compañía discográfica, Sony Music, en un acto que contó con una presentación realizada por el director de Radio 3, Tomás Fernando Flores, que les realizó también una breve entrevista, antes de que la pareja interpretara en directo varias de las piezas de que consta el disco.

Curiosamente, como también explicó Refree, a la hora de grabar el álbum, y aunque tenían “algunos puntos de anclaje”, lo que salió “fue una cosa completamente distinta; no hemos utilizado ni uno solo de los materiales que habíamos desarrollado a lo largo de los últimos seis años y a partir del día uno todo fue nuevo”

Cómplices del misterio. Foto: César Segarra
Cómplices del misterio. Foto: César Segarra

En el disco todos los textos figuran a cargo de Raül Refree y Niño de Elche, excepto “Salmo XXI”, perteneciente a libro “Salmos” del poeta, sacerdote, teólogo de la liberación, escritor, escultor y ministro de Cultura del gobierno nicaragüense surgido de la Revolución Sandinista Ernesto Cardenal. Puede que “Nádas”, bautizada así en homenaje al escritor húngaro Péter Nádas, guarde relación con alguno de sus escritos, pero, en cualquier caso, no viene acreditado. Puede que “La escalera”, la pieza con la que concluye el álbum, esté inspirada en esa imagen recurrente en la obra del fallecido poeta y novelista austríaco Rainer Maria Rilke que simboliza una estructura interna para la elevación y la transformación del yo, pero tampoco está acreditada. Y Niño de Elche decía, en una reciente entrevista para ‘Jot Down’, que en “Antes de” hay versos –“Nadie sabrá de nosotros / Y estaremos en todas partes”– inspirados en un poema del fallecido poeta griego Yannis Ritsos, pero tampoco está acreditado.

Estremecido aún por la impresión que supuso ver en directo, a unos dos o tres metros de distancia de la pareja, su interpretación de unas pocas de las diez piezas de que consta “Cru+es”, la escucha del disco no defrauda, pero limita las sensaciones. Solo tengo el oído para sumergirme en este pozo de espiritualidad, entendida en su máxima expresión –“lo demoníaco es espiritual”, me respondió Niño de Elche, cuando le pregunté por esa vertiente oscura que subyace en el disco–: carezco de la vista para que se me ponga la carne de gallina recreándome en la imagen de ese Niño de Elche acercando y alejando el micrófono para enmudecer sus murmullos y quejidos y tampoco tengo en casa un sistema de sonido tan profesional como para percibir en mi carne la vibración que transmiten los altavoces. Pero carente de esos elementos, para quien no haya estado ahí, el LP sigue siendo una formidable representación de un misterio.

Puestos a dirimir qué es “Cru+es”, la respuesta no es fácil. Cielo, purgatorio e infierno confluyen como en la visita de Dante a esos lugares, guiado por Virgilio. No es, en absoluto, un álbum de escucha difícil, aunque nadie encontrará aquí estribillos que puedan convertirse en himnos: ¡hasta en eso la Iglesia lo pone (o lo ponía, que hace muchas décadas que no las piso) más fácil! Vaya por delante que “Cru+es” es una de las obras más emocionantes que haya tenido la fortuna de escuchar en mi vida, pero es, también, un disco absolutamente reflexivo. Hay, simplificando mucho, dos formas de asomarse a la escucha de un disco: la meramente epidérmica, la del disfrute del aquí y ahora, la que entra sin más. La otra es más profunda y apela a elementos más intelectuales en su escucha. Son extremos antitéticos: la “Gasolina” de Daddy Yankee y el “4’33”” de John Cage. La piedra filosofal, lo que convierte una pieza musical en obra maestra, es conseguir esa cuadratura del círculo, que la escucha de un álbum se convierta en algo al mismo tiempo epidérmico –porque pone la piel de gallina– y profundo –porque nos sobrecoge y sume en un estado de ensimismada introspección–. Y “Cru+es” lo es. 

Las canciones se van sucediendo aquí en un orden que se imagina el de una auténtica ceremonia litúrgica. No hay altibajos, sino una perfección arquitectónica tan bella, sencilla y rotunda como las pirámides de Guiza. Sin pertenecer a un género –porque no es ni ambient, ni new age, ni electrónica, ni flamenco, ni música experimental, ni música sacra, ni folk, ni música renacentista, ni mucho menos pop o rock–, tiene elementos de todo ello. Nada impide que uno pueda entrar fácilmente en su universo, pese a que haya disonancias y glitches –pero mucho más tenues que en el “HEY WHAT” (2021) de Low (escucha, por ejemplo, “Senescente mundo”, con su construcción post-rock, casi un instrumental de música electrónica, o “Mil maneras de salvarse”)–, porque lo que subyace es la simplicidad de conceptos, fruto de la perfección del estado de trance en el que entraron Refree y Niño de Elche al grabarlo. El que lo escuche, a poco que ponga de su parte, se sentirá aturdido y conmovido. ∎

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