El nuevo disco de Rocío Saiz es el diario sonoro de su protagonista. “Autoboicot y descanso” forma un ejercicio insolentemente gráfico sobre el perdón interior y el crecimiento personal, cuyo orden mantiene una cronología lineal desde la flagelación hacia el apego. Así, dividido en dos caras, cada una de ellas discurre en torno a uno de los nombres que aparece en el título. En una figura como la de Rocío Saiz, que roza el personaje público, resulta pertinente no desligarlo de su aparato compositivo: durante los tres últimos años ha “pasado por mucho” (todas hemos podido verlo a golpe de clic), de forma que su segundo largo se configura en torno a lo que parecen unos deberes de terapia. Este año se han publicado otros trabajos conceptualmente similares y sonoramente análogos dentro del territorio español: como ejemplo tenemos los álbumes de Celia Becks (“Ve a terapia”) y Kuve (“No drama”). Si es una tendencia dentro del electropop nacional, esperamos que sea cognitivo-conductual.
El de Rocío, por su parte, se mantiene en la línea premeditadamente hortera con la que comenzó su andadura (desde Las Chillers hasta Monterrosa, la madrileña se ha mantenido firme en su estética). En su segundo LP en solitario, además, dicha inclinación ha virado hacia el extremo: en “Autoboicot y descanso” encontramos influencias del eurodance más tardío que a veces cruzaba la línea del techno (“Y yo sigo aquí” de Paulina Rubio, como una de las canciones más poperas que trascendió aquel imaginario, es citada por la propia autora en “Guapa y lista”), sin desligarse del italo-revival que cada vez toma más presencia a nivel internacional (también se aprecian guiños a la Carrà menos orgánica). En otros temas, como “Arquitectura del afecto” o “Apegos feroces”, se intuyen pinceladas de Hi-NRG en su etapa más temprana.
Sin embargo, españolizar (y contextualizar en el presente) las referencias anteriormente mencionadas suele venir de la mano de algunos hándicaps. El primero de ellos es el cambio de paradigma en su creación: si en los sesenta se abría una vía a la investigación en el campo del sintetizador, hoy en día ese camino ya está erosionado y, dependiendo del momento cíclico (a nivel estilístico) en el que nos encontremos, lo cursi y lo kitsch están de moda o demodé. De otra parte, la mímesis que Saiz realiza en cuanto a estructura, melodía y rítmica con sus referentes no se corresponde en lo relacionado a la textura: producir viento-metal a través del MIDI, como encontramos en “Déjate llevar”, es meterse en un berenjenal. Pese a que la propuesta de Saiz no sea innovadora en su perspectiva, lo es con respecto a la escena en la que se inserta: se trata de una sonoridad que, bien provenga desde su pertenencia natal o bien desde su reapropiación cultural, es por y para los miembros del colectivo LGTB+ (generando así un espacio seguro para los mismos) y, por tanto, necesariamente transgresora y obligatoriamente requerida.
Probablemente, lo disonante del trabajo recae en su apartado lírico. Cuesta encontrar a la Saiz más activista, la del discurso más hilvanado y la que aboga por la justicia social, en algunos lugares tan comunes del álbum: la narrativa terapéutica de la madrileña roza, en ocasiones, el coaching. “Nunca te quitarán las ganas de soñar” (“Déjate llevar”) o “cometer errores, volver a empezar, siendo más fuerte y menos emocional” (“El hartazgo del mundo” con FUTURACHICAPOP) son algunas frases que puede decirte una amiga en algún momento de crisis, pero también una captadora de Mary Kay, Herbalife u otra estafa piramidal. Estas, por el contrario, se cruzan con insinuaciones muy bien traídas de algunas de sus referentes: citas a Paloma San Basilio, Mecano, Carlos Berlanga o la ya mencionada Paulina Rubio aparecen en “Guapa y lista”, en la que colabora Chica Sobresalto.
De este modo, Saiz logra una catarsis personal que genera afinidad si se analiza desde lo liviano, aunque en su apartado más recóndito roce lo naíf. Sin embargo, entre tanto chascarrillo y tanta frase motivacional prevalece algo más importante, un mensaje transversal demasiado obvio por su conocimiento colectivo y cuyo análisis no es objeto de esta reseña. Ella afirma que sus vivencias pueden ser convertidas en un ideario universal, así que entendemos que no quiera profundizar en algunos pensamientos intrusivos que todas conocemos a estas alturas de la película. ∎