El portugués Rodrigo Leão puede presumir de ser un músico autodidacta que siempre ha contado con el talento más que suficiente para crear un universo propio. Militó en Sétima Legião y en Madredeus. Su carrera en solitario contabiliza ya 17 álbumes, algunas bandas sonoras, directos y recopilatorios, arrancando en los años noventa, pero alcanzó su esplendor en el siglo XXI a partir de “Cinema” (2004), en el que colaboraron Ryuichi Sakamoto y Beth Gibbons. También han trabajado con él Stuart A. Staples de Tindersticks, Neil Hannon de The Divine Comedy, Ludovico Einaudi, Kurt Wagner de Lambchop, Joan As Police Woman, además de la brasileña Adriana Calcanhotto, el portugués Camané, o los españoles Martirio y Suso Saiz, entre otros.
Sus discos no dejan de darnos alegrías. El último, este “O rapaz de montanha”, es una maravilla dedicada a Zeca Afonso y a los músicos que empuñaron sus guitarras contra la dictadura, en la emergencia de la Revolución de los Claveles. No en vano, el álbum se publicó el pasado viernes 25 de abril.
El propio Leão reconoce que es su disco más portugués. ¿Estamos ante un nuevo rumbo en su carrera? Puede ser. Aunque en su música siempre reside una manera, un estilo propio. El álbum apela a las sonoridades lusas con la presencia de guitarras que generan profundidad, que configuran atmósferas, y acordeones que desvelan pasajes vitales.
Predomina la voz de Ana Carolina Costa, su pareja, y autora de la mayoría de las letras, a excepción de “Esperança” de Francisco Menezes, “Estranho imperfeito” de Gito Lima y “Vento sem fim” de João Pedro Diniz.
Desde el arranque de las cuerdas y el piano en “O labirinto” nos adentramos en un mundo pleno de memoria, ilusión, libertad y búsqueda. Las melodías acompañan y buscan la belleza, exaltan melodías, arman armonías de gran vuelo.
“Cadeira preto” recoge la delicadeza, desde los detalles de piano, guitarra, acordeón, con una frase que se lanza al viento: “Si Dios perdona a quién se engaña / ¿Quién es el que perdona a Dios?”. La canción que da título al álbum posee la intriga de los tiempos, la huida, el exilio cuando las condiciones obligan. “Já sabia” habla de asertividad, de resiliencia.
“Exercicios” es un pasaje instrumental introspectivo, rodeado de belleza. Piano, cuerdas y acordeón dibujan esa mirada personal. “Guarda-te” habla de las mujeres que se escapan de la dominación y encuentran su propia razón de existir. En “Andava eu” canta Francisco Palma, con la hondura que requiere la canción. Ana Vieira hace lo propio en “Estranho imperfeito”, una canción arrebatadora, al igual que “Esperança”, en la que canta Pedro Oliveira. “Madrugada”, “O guardador” y “Lobos do mar” prolongan el misterio. Su hija Sofía canta en “Vento sem fim”, cierre solemne, hermoso y grandioso.
Sobrevuela una sensación de saudades, donde la música popular se hibrida con la clásica y con elementos folclóricos. Y es que este “O rapaz da montanha” supone otro hallazgo del músico lisboeta. Leão consigue ser un gran embajador del universo musical de Portugal. Casi nada. ∎