Rosalía Vila posee un talento voraz, la clase de fuerza arrebatadora que trasciende géneros, dogmas y épocas, pero respeta la tradición por encima de todas las cosas. Sin esa tozudez con la que los puristas tratan de preservar el acervo flamenco como un cofre estanco, ella –nacida en Sant Esteve Sesrovires, en el área metropolitana de Barcelona, y sin ningún lazo con el cante en su entorno más cercano– no habría tenido nada que aprender. Lo hizo junto con Chiqui de la Línea, quien alimentó su curiosidad natural con el ansia del conocimiento y una técnica colosal. Así, Rosalía empezó a escarbar en la inagotable herencia del cante, iniciando un trayecto que halla en
“Los Ángeles” su primera escala.
Es un viaje que tiende puentes entre tradición y vanguardia; con una sensibilidad pop y un tratamiento del flamenco en la guitarra y la producción de Raül Fernandez (Refree) que convierten cantes antiguos popularizados por cantaores como Manuel Vallejo, Manolo Caracol o La Niña de los Peines en canciones. Porque Rosalía es una moneda de dos caras: el año pasado tiñó su voz de R&B junto a C. Tangana y aquí elige cerrar con una versión descarnada de
“I See A Darkness” de Bonnie ‘Prince’ Billy.