Russian Red ha vuelto, aunque por ella no parece haber pasado el tiempo. La Lourdes Hernández de algo más de 20 años decidió huir hacia delante cuando la candidez de su personaje chocó con la controversia de sus declaraciones. En Los Ángeles siguió creando, encontró nueva música y se volvió a descubrir a sí misma a través del amor (propio y ajeno): tomó lo que más le interesaba y descartó el resto. Su vuelta se llevaba insinuando desde hacía demasiado tiempo, y su nueva propuesta, más que un borrón y cuenta nueva, retoma desde el punto donde lo dejó.
“Volverme a enamorar” recuerda más a la etapa intermedia de Russian Red y menos a su debut de 2008 o “Agent Cooper” (2014). Está claramente marcado por la luminosidad de “Fuerteventura” (2011) –y la influencia de Belle And Sebastian en su carrera posterior–, en un folk-pop imbuido por la contemporaneidad pospandemia que no deja de lado el sonido nostálgico: hay insinuaciones sesenteras pasadas por el filtro del ordenador, siguiendo la estela del new songwriting que recuerda a Weyes Blood o la Lana Del Rey más actual (y menos orquestal). Se nota la estancia de Hernández en la Costa Oeste norteamericana. Si acaso se acerca a su debut (“I Love Your Glasses”), lo hace por la cotidianeidad, mientras que el disco-homenaje a “Twin Peaks” anteriormente mencionado se percibe a través de esa devoción tragicómica por los vínculos sexoafectivos (más cómica que trágica en su nuevo trabajo pero sin dejar de rozar el melodrama).
Su título, por otra parte, también evoca sus épocas de ausencia: desde su último LP, “Karaoke” (2017), han pasado siete años, si bien antes de este la artista ya había hecho bomba de humo: “Agent Cooper” data del año 2014, por lo que ha sido necesaria una década para que Hernández se reencuentre con Russian Red. Entre Los Ángeles y Madrid ha coqueteado con el cine (“Ramona”, “Un cuento perfecto”), también con la literatura (“These Words Are Leaving My Body”), ha trabajado para una compañía de danza y no ha dejado de componer, pero al margen del seudónimo con el que ahora retoma su andadura. Con este mantiene el tipo, adaptándose a una escena que ya no le pertenecía e integrando algunos elementos novedosos en aras del nuevo contexto: el cambio en el idioma es representativo, pero también el uso frecuente del spoken word (y otros elementos vocales no cantados), así como la conceptualización del trabajo alrededor de figuras motívicas, variaciones y la deconstrucción armónica y melódica de su esqueleto (en los arreglos de “Yo me lo invento”, canción que cierra el disco, hay guiños a “Me gustan todos los chicos” o “Intelectual sexual”). De este modo, “Volverme a enamorar” parte de un entramado musical sencillo del que se escinden todas sus canciones y, sin poder hablar de leitmotivs, su planteamiento se antoja teatral.
Así, su quinto álbum, igual que los anteriores, parte de la hiperromantización del propio amor (exclusivo de la pareja aunque encarne alguna metáfora). Amar y ser amada o, quizá en mayor medida, desear y ser deseada son las premisas en la lírica de su nuevo trabajo, uniéndose a ese obsesionarse por el gustar o generar sentimientos internos a través del otro. Ese empeño ferviente por encontrar a alguien (la premisa de su propio título es un anhelo más que una anécdota) se convierte casi en una dolencia física gracias a su lenguaje entre la copla y el cuplé. Sin embargo, no despunta en la construcción performativa de su personaje, pues Hernandez siempre se ha retrotraído a la estética del siglo pasado y no exclusivamente en el ámbito sonoro. De este modo, su nuevo trabajo narra un sentimiento compartido a través de un lenguaje naíf, en primera instancia inofensivo e incluso reflexivo. Los matices del mismo, sin embargo, pueden cambiar el significado del producto cuando se descubre en quién se ha depositado la función de darle forma al mensaje: “Volverme a enamorar” cuenta con Carlos René y Luichi Boy en la producción (por si quedaban dudas de si existe la cultura de la cancelación en nuestra industria), lo que ensombrece el relato.
Sí que se aprecia cierta sensación de alivio, aceptación de su persona y aprendizaje gracias a su pasado, tan amargo como luminoso. En “Volverme a enamorar”, sin embargo, su crecimiento se acerca a la liberación y no a la redención, pues Russian Red siempre ha sido más controvertida que incomprendida. ∎