Hace tiempo que la voz de Sampha Sisay se ha convertido en un fetiche. Su cualidad tostada empezó a dejarse notar en las producciones bass de SBTRKT hace seis años y siguió infiltrándose en temas de Jessie Ware y Drake. Más tarde,
Sampha compuso y produjo la escurridiza “Numbers” para FKA twigs. Cantó junto a Charlotte Gainsbourg para Emile Haynie. Y acabó cotizando en lo más alto de la esfera pop de 2016 cediendo su voz a Kanye West (“Saint Pablo”), Frank Ocean (“Alabama”) y Solange (“Don’t Touch My Hair”). Pero –incluso en su mejor momento– la sensación de que aquella voz merecía un espacio propio era acuciante. Por eso, es sintomático que Sampha no deje que ninguno de esos nombres eclipse
“Process”.
No hay nadie más en escena y la voz de Sampha agradece el protagonismo absoluto. Ocurre lo mismo con su habilidad como compositor y productor: las imágenes inquietantes de sus letras sobre la paranoia y la inseguridad se entremezclan con arreglos digitales en un artefacto que hace colisionar soul, funk y R&B mediante un uso intuitivo de la tecnología (con la ayuda en la producción de Rodaidh McDonald, conocido por su trabajo para The xx).
Sampha perdió a su madre hace tres años por culpa del cáncer y ese vacío se puede palpar en baladas revestidas de caucho y cobalto como
“Plastic 100ºC” –que abre el álbum con los pellizcos transparentes de una kora–,
“Take Me Inside” (tan emotiva como cósmica) o una
“What Shouldn’t I Be?” absolutamente desarmante.
Hay un vértigo indescriptible que te golpea con cada ritmo (
“Blood On Me”, “Under”). Sampha canta como si algo le reptara bajo la piel, devorándole la garganta por dentro. Es la fuerza extraña de una vulnerabilidad que ni puede ni quiere esconder y que se le da especialmente bien en
“Timmy’s Prayer”, coescrita con Kanye West y construida sobre un
sample de “The Coldest Days Of My Life” de Timmy Thomas. ∎