Una proclama a modo de advertencia abre el discurso final que corona este excelente disco en directo, que combina lo más fértil de la música creativa contemporánea con un optimismo político que invita a pensar.
Saul Williams agradece la presencia del público, define el concierto como un experimento colectivo y, acto seguido, sitúa la conversación en el presente:
“Estamos siendo testigos de actos horrendos de nuestro gobierno”. No encuentra consuelo ante tanta aberración institucional y señala un mandato de transformación. La comunidad como refugio y como método (
“bask in community”), la responsabilidad personal como ruta (
“tu camino es aquello que amas y cultivas”), la ausencia de escapatoria (
“no hay salida: va a ocurrir”) y una cifra incómoda –EE. UU. tiene el 5% de la población mundial y el 25% de sus presos– articulan un llamado muy concreto:
“We have work to do”. Ese monólogo final ordena el sentido y quiere convertir al oyente en agente de cambio positivo.
Grabado al aire libre en el recinto de TreePeople (Coldwater Canyon, Los Ángeles) en diciembre de 2024 y publicado en agosto de 2025, el encuentro entre Saul Williams y Carlos Niño & Friends se presenta como documento de una ceremonia sonora más que como un álbum convencional. El contexto importa: el set arranca con
“Sound Then Words”, en la que repite
“Land back!” (“devolved la tierra”); ese gesto sitúa el discurso y deja claro que aquí se cruzan política, memoria y escucha atenta. Williams llega con dos décadas largas situando el spoken word en diálogo con el hip hop, el rock industrial y la electrónica. Aquí, su oratoria se integra en un tejido electroacústico que evita la canción cerrada y privilegia la duración, el crescendo y la respiración del momento. La fricción entre poema e improvisación construye una dialéctica que sostiene el interés del disco.
La figura que ordena el dispositivo es
Carlos Niño. Tras sus inicios en Ammoncontact (dúo con Fabian Ammon Alston dentro del ecosistema Dublab/Ninja Tune de hace más de veinte años), Niño se ha consolidado como comisario de escenas musicales y catalizador de colaboraciones. Su ciclo reciente en International Anthem –
“More Energy Fields, Current” (2021),
“Extra Presence” (2022) y
“(I’m Just) Chillin’, On Fire” (2023)– define un método: percusión expansiva, montaje en vivo y posproducción paciente al servicio de una idea de “música espiritual” contemporánea, porosa al ambient y al jazz. Su coproducción de
“New Blue Sun” de André 3000 (2023) lo coloca, además, en el centro de la conversación global. No es solo prolífico: es relevante porque conecta escenas, tiempos y públicos, y convierte la colaboración en una práctica estética.
El disco se articula en cinco piezas extendidas –de minutaje “infinito”–:
“Sound Then Words”,
“We Would Fift Our Voice…”,
“We Are Calling Out In This Moment…”,
“The Water Is Rising / As We Surpass The Firing Squad…” y
“We Have Work To Do…”. La instrumentación, dirigida por Niño, despliega una constelación reconocible: Nate Mercereau (guitarra-sintetizador y samplers en tiempo real) –con quien recientemente ha publicado otro disco notable,
“Openness Trio”, en Blue Note–, Aaron Shaw (flauta y saxos), Andrés Rentería (percusión), Maia (vibráfono, flauta, voz), Francesca Heart (diseño sonoro) y una aparición de Kamasi Washington al saxo tenor. La cuarta pieza incorpora la voz de la poeta aja monet –figura relevante de la nueva escena de Nuyorican Poets–, cuya lectura abre un espacio de presagio climático antes del cierre a modo de llamada a la acción de Williams. La toma recoge incluso elementos del entorno; es un documento vivo, con decisiones de mezcla y masterización que preservan esa porosidad.
En lo discursivo, Williams trenza ejes reconocibles de su obra –desmontaje del colonialismo, memoria indígena, racismo estructural– con referencias concretas (los pueblos lenape y la lógica fundacional de Wall Street) y los ancla a un presente de emergencia climática. Lo hace sin renunciar a la eficacia retórica: repeticiones, encabalgamientos y un ritmo vocal que guía los picos del ensemble. Sostiene una doble condición de rito y comentario del ahora: un trabajo que invita a la escucha concentrada pero que no rehúye la pregunta de qué hacer con la información que escuchamos y recibimos.
El valor del álbum, más allá de su obvia potencia política, está en cómo Niño convierte el marco en forma. Su práctica de “conducción” –percusión como señal, edición invisible como dramaturgia– consigue que la palabra de Williams no flote sobre un fondo, sino que module la respuesta del grupo. Cuando el texto se densifica, la textura se solidifica; cuando la frase se abre, la electrónica respira; cuando aparece la metáfora, el vibráfono refracta. Esa habilidad de orquestar lo imprevisto explica por qué Niño se ha vuelto central en el cruce entre jazz contemporáneo, ambient y música espiritual: su obra en International Anthem y su trabajo con figuras dispares (de Laraaji a André 3000) lo acreditan como uno de los productores determinantes del presente.
Este es un documento exigente que se sostiene por su contenido y por su método. No es un “featuring” de lujo ni una rareza para completistas: es una pieza mayor de este momento musical, donde la idea de álbum vuelve a medirse con la de acontecimiento para aficionados. La entrada puede ser ardua, sin duda, pero para quien acepte el pacto de la escucha, hay aquí música y discurso que seguirán creciendo con el tiempo. ∎