El año pasado, durante la triunfal gira por nuestro país –al menos, en su liga– de The Lemon Twigs, surgió un interesante debate entre los fans del tino para la melodía de los jóvenes hermanos d’Addario y los que les achacaban no ir más allá del buen hacer preciosista, digno de un monje copista de códices medievales. La mención viene al caso, porque Kai Slater es un muchacho de Chicago, tan joven como ellos –cumple 20 este año– y que está enamorado de buena parte de las referencias de los neoyorquinos. Entre las diferencias: que Slater no solo acude a las fuentes primigenias, sino que parece seguir el rastro de todos esos busca tesoros, en forma de canción pop perfecta, que a partir de los sesenta y año tras año, hasta hoy, fueron homenajeando a su manera a los padres fundadores (The Beatles, The Byrds y tantos otros nombres del pop de la década prodigiosa). Eso sí, Kai es de los que prefieren dibujar un círculo a mano alzada, aunque quede como una balón pinchado, a utilizar el compás. Estos años, junto a otros amigos, ha difundido su pasión por sus ídolos en un fanzine llamado ‘Hallogallo’. No conformes con su papel de fans han ideado diferentes bandas, tres con participación del propio Slater; aparte de Sharp Pins junto a Joe Glass y Peter Cimbalo, forma parte de Lifeguard, con una querencia más punk rock, junto a Asher Case, Isaac Lowenstein –hermano de Penelope de Horsegirl, banda amiga de la misma escudería, Matador– y Dwaal Troupe, en su vertiente más lo-fi.
Como Sharp Pins , es su segundo álbum tras “Turtle Rock” (2023), un disco notable que quizá carece de la pegada instantánea del que nos ocupa. Con un sonido ligeramente brumoso y desaliñado pero sin pasarse –lo grabó prácticamente en solitario en el garaje de su casa–, abre la colección a por todas con “Every Time I Hear”, que sigue la estela de los Guided By Voices menos rockeros y, casi sin dejarla botar, acomete una de esas canciones estribillo que saltan cuchillo en mano sobre los oídos de los incautos aficionados al pop instantáneo: “Lorelai” estará en sus playlists de este mes. La cantidad de artistas en la punta de la lengua y las identificaciones en el aire a medio hacer que flotan en nuestro lóbulo temporal pueden variar según el bagaje y las escuchas de cada oyente. Si los guitarrazos iniciales de “If I Was Ever Lonely” te hacen apuntar a los Lemonheads, pronto ves que la onda va más en la línea de todos esos pequeños magos de la psicodelia pop de bajo presupuesto, como Martin Newell de Cleaners From Venus o Kelley Stoltz, algo patente también en “Circle Of The Dots” y “You Have A Way”. En las baladas, como “Sycophant” o “Chasing Stars”, se notan las atentas escuchas de Big Star o Elliott Smith. El desenfreno indie rock de “When You Know” y la electricidad almibarada de “Is It Better” ponen un pie en los noventa y remiten a Urusei Yatsura –¿alguien se acuerda de ellos?: sobrevivieron a la caída del techo del escenario del FIB de 1997– o Built To Spill en las respectivas casillas del crucigrama particular.
La tensión del álbum no decae a lo largo de sus catorce canciones. Así que, en lugar de seguir sacando papeletas de la cesta, con nombres de grupos escritos, es mejor que cada uno haga la prueba en su casa. Bueno, solo uno más. Si alguien conoce una de las mejores canciones de dentellada pop de contornos irregulares jamás grabadas (“Pin Your Heart To Me” de The Jacobites: los llorados hermanos Godfrey, Nikki Sudden y Epic Soundtracks), encontrará su influjo en estos surcos, aquí y allá, como en la excelsa “Storma Lee”. Kai Slater lo cose todo con su personal asimilación de tan exquisitas referencias. Es un excelente puñado de canciones para la recién estrenada primavera. Según las batallas musicales libradas y la dureza de piel de cada uno, la presente colección puede ser todo un agitador de hormonas que te empuje a salir saltando a empaparte de calle o, cuando menos, un disco muy divertido. ∎