Álbum

Silvana Estrada

Vendrán suaves lluviasGlassnote, 2025

“Te quiero y te quiero olvidar” es lo que canta Silvana Estrada en “Dime”, canción incluida en su nuevo disco Vendrán suaves lluvias. Probablemente, se trata de una de las frases que mejor representa el sentimiento de duelo: esa contradicción entre el deseo de aferrarse y la necesidad de soltar, y el anhelo de no amar tan intensamente para poder pasar página. En “Vendrán suaves lluvias”, Estrada transforma esa tensión en un ejercicio de catarsis: su segundo trabajo en solitario es un disco que no busca cerrar heridas, sino habitarlas. La mexicana vuelve, después de Marchita (2022), explorando los territorios del amor, la pérdida y la memoria: se trata de un disco inspirado en varios duelos personales, una terapia personal después de haber tenido que dejar ir a la fuerza. Pese a todo, “Vendrán suaves lluvias” es un álbum optimista: sobre la fugacidad de la vida desde la esperanza por el futuro. Poco después de publicar “Marchita”, Silvana vivió el asesinato de su mejor amigo y el hermano de este. Después de procesar la situación fuera del entorno artístico, utilizó la composición como otra forma de curarse: el título proviene de un poema de 1918 escrito por Sara Teasdale, “There Will Come Soft Rains”, publicado durante la Primera Guerra Mundial. Es imposible que las lluvias sean torrenciales eternamente.

Estrada, que empezó a hacer canciones con el cuatro venezolano y proviene de una familia de lutieres, conjuga en su nuevo álbum su formación en jazz y el folclore mexicano con la canción de autor de arreglos orquestales. Así, el disco se abre con “Cada día te extraño menos”, una confesión sobre cómo el tiempo transforma el dolor sin llegar a borrarlo, y hasta permite esbozar una risa al final del verso. En casi todas, el arpegio sutil de una guitarra o un cuatro sirven como colchón para una declamación casi constante: Estrada no tiene interés en formar parte de los clichés grandilocuentes del jazz sino, más bien, de vomitarlo todo sin estructura. Así, el resto de elementos entran con la misma sutileza: “Dime” se apoya en unos violines de ascendencia neoclásica, “Lila alelí” recae en un ritmo más festivo reforzado por una trompeta, y “Good Luck, Good Night” (que asemeja la pérdida al ghosting con frases como “voy librando una guerra sola con tu recuerdo”) incurre en la oscuridad a través de un apoyo de violonchelo. Si “Marchita” respiraba desde el vacío, aquí la producción se abre hacia una paleta más cinematográfica. Las cuerdas, orquestadas por Owen Pallett, convierten canciones como “Flores” en pequeñas suites emocionales: así, el sonido es nítido pero no clínico; conserva una textura cálida, de madera y aire, que hace evidente su origen artesanal. En temas como “Cada día te extraño menos” o “Como un pájaro” se perciben los crujidos del cuatro, las respiraciones previas al verso, los ecos naturales de la sala que envuelven la voz y la acercan al oyente. Es un registro casi doméstico, rompiendo la cuarta pared de la grabación.

Su identidad mexicana, más allá de en esa forma tan diferente a la española de construir el verso (más poética, más larga, menos cadencial), se aprecia en esa concepción positiva de la muerte, citando en su disco incluso a Chavela Vargas. “Cómo será de hermosa la muerte / Que nadie ha vuelto de allá”, canta en “Un rayo de luz”, haciendo referencia a las declaraciones de la famosa cantante. En conjunto, suena como una conversación entre el folclore veracruzano, el jazz vocal y una sensibilidad contemporánea que entiende el vacío como instrumento. Estrada apuesta por el silencio, que también es lo único que queda después de la vida. ∎

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