Teniendo en cuenta la tosquedad interpretativa a que nos tiene acostumbrados el señor Bill Callahan y la enorme y variadísima cantidad de música a que podemos acceder hoy día, se entiende que a uno no le apetezca demasiado pararse a escuchar detenidamente el último trabajo de
Smog. A pesar de todo, en este caso recomiendo fervientemente coger el toro por los cuernos y no tener miedo a sumergirse en las diez nuevas canciones que conforman el disco, pues lo que en ellas se expone tiene toda la pinta de ser uno de los logros más importantes en la carrera de Doc Smog.
A medida que uno se adentra en
“A River Ain’t Too Much To Love”, cristaliza la sensación de que Callahan ha conseguido realizar la síntesis definitiva de todos los enfoques que ha ido adoptando Smog desde
“Forgotten Foundation” (1992). Lo más interesante del asunto es que toda esta tarea de condensación se ha llevado a cabo con la mayor de las pulcritudes, reduciendo la base instrumental al más puro esqueleto –a veces parece que se haya llegado al resultado final siguiendo una estricta política de sustracción de pistas– y colocando la extraordinaria voz de Callahan justo en el centro de la mezcla. La verdad es que nunca antes se le había escuchado cantar con tal propiedad y profusión de maticies.
Al cabo de un par de escuchas, todo pasa a equilibrarse con una facilidad pasmosa, y el disco acaba perfilándose como el trabajo más aseguible de Smog hasta la fecha, además de la puerta de entrada ideal para los neófitos, dado su amplio alcance formal y la claridad con que se muestra su visión del desarraigo contemporáneo. ∎