Disco destacado

Snail Mail

ValentineMatador-Popstock!, 2021

En la esperada continuación al revelador “Lush” (2018), Lindsey Jordan, aka Snail Mail, diversifica y sofistica su sonido sin perder un ápice de pureza e intensidad en los sentimientos. Lo que antes era indie rock de regusto nineties incluye ahora flirteos con el pop, el hip hop e incluso el yacht rock. Lo que antes era amor y mal de amores sigue siendo bastante de eso, aunque Jordan, se aprecia en la recta final, parece estar aprendiendo a distinguir amor de obsesión y a cultivar la autoestima.

Del brazo del productor Brad Cook (Bon Iver, Waxahatchee), la artista ha inyectado pequeñas dosis de ciencia ficción a un rock confesional que antes era, sobre todo, realismo sobrecogedor. Esos sintetizadores al principio de “Valentine” y del disco son toda una declaración de principios, aunque en realidad esta canción inicial es prima hermana de los viejos himnos “Pristine” y “Heat Wave”, con algunos giros menos por medio. Jordan parece buscar una mayor minuciosidad compositiva y sónica, que no una menor víscera en las voces. Puestos a comparar su carrera con la de su querida Liz Phair (tocó en una cover band dedicada a ella), podemos decir que Snail Mail todavía no ha dado un verdadero giro hacia el pop pulido como el de “Liz Phair” (2003).

La segunda en la frente: “Ben Franklin”, con pulso de hip hop digital y una letra gloriosamente franca sobre la experiencia de Jordan en rehabilitación y un amor de reemplazo que no es tan bueno como el original (“he seguido adelante, pero nada parece verdadero / a veces la odio solo por no ser tú”). Es de lo más pegadizo y radio-friendly del disco, junto a esa increíble balada llamada “Forever (Sailing)”, que no recuerda a Christopher Cross solo en el título, o la más eléctrica “Madonna”, cuya adictiva estructura, de múltiples grandes partes, hace pensar que Snail Mail ha estado escuchando a Prefab Sprout.

En “Headlock” y, sobre todo, la preciosa “Light Blue”, la gran referencia pop británica es otra: The Sundays, de los que Jordan tiene, según reveló ‘Pitchfork’, un gigantesco póster en el salón de casa. En “Headlock”, con dolorosa alusión a un suicidio imaginado, menciona “Mr. Death”, poema de e. e. cummings citado en “El año del pensamiento mágico”, de Joan Didion, al parecer su autora favorita durante la pandemia. Este dolor se nutre de influencias ilustres.

La segunda mitad del álbum, la de “Madonna” y delicadezas acústicas como “c.et. al” y “Mia” (en la línea de una antigua brevedad infinita como “Let’s Find An Out”), deja atrás a la Jordan más beligerante para mostrar a la más hundida. Pero hay un leve hilo de luz al final del túnel: con la demoledora “Mia”, Jordan escribe a la vez una carta de despedida y una declaración de amor a sí misma. “Mia, no llores / Te quiero siempre / Pero ahora he de crecer / No, no puedo aferrarme más a ti”, canta acompañada por una sección de cuerda grabada en los Spacebomb Studios de Matthew E. White. Y te rompe el corazón a la vez que te lo reconstruye. ∎

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