Álbum

STA

Cobra y la hermandad de la uvaAutoeditado, 2024
Dado que este nuevo trabajo marca los 20 años del grupo barcelonés desde la aparición de su primer disco en formato CD, uno no puede por menos que preguntarse acerca del arduo camino que los integrantes de STA han seguido a lo largo de este tiempo. El dub es una forma musical claramente minoritaria, especialmente en el aspecto comercial; como un arroyo subterráneo que da vida a la tierra y su vegetación, el dub ha influido enormemente en la música de los últimos cincuenta años, pero en su aspecto original sigue siendo un arte reservado para unos pocos.

De todas maneras, juega a su favor el hecho de que su abordaje del dub sea más desde lo conceptual que desde lo estilístico; la apuesta es transgredir los límites naturales de un género –que floreció en los setenta como contraparte tecnológica del reggae jamaicano– para abrazar la experimentación desde la mesa de mezclas en un magma de ritmo cavernoso y texturas narcotizantes. Por decirlo de otra manera, su apuesta está a medio camino entre el “clasicismo” de los primeros remezcladores jamaicanos –King Tubby, Lee Perry, Errol Thompson…– y las grabaciones mucho más experimentales de francotiradores musicales como el productor británico Adrian Sherwood y su sello On-U. En la música de STA lo orgánico y lo digital se dan la mano, y las capas de sonido se entremezclan para crear texturas plagadas de loops infecciosos y retazos de free jazz que parecen surgir de un universo paralelo.

Este nuevo trabajo nace como “la celebración de hacer música entre amigos” y por ello recoge piezas confeccionadas a lo largo de la historia del grupo con músicos que han pasado por la formación en un momento u otro, una especie de all stars que interactúa con los cuatro integrantes habituales: Loro, Holy, Gum y Pope. Este último se ha encargado de las mezclas –algo fundamental tratándose de un disco de dub– a partir de registros hechos en Barcelona, Mallorca y Buenos Aires. De esta manera las bases electrónicas y los sintetizadores conviven con baterías y percusiones, bajo, guitarra, saxo tenor, fliscorno y melódica, en una amalgama donde nada desentona y todo ocupa su justo lugar: todo encaja en un viaje sonoro en el que los ecos y delays abren espacios para la imaginación y la introspección.

Estos amigos no solo se reúnen para hacer música, sino también para beber buen vino, y por ello para el título del disco se han inspirado en uno de los libros más aclamados de John Fante –publicado en 1977–, del cual se confiesan acérrimos seguidores. También es remarcable el arte gráfico con que está envuelta la música, obra de otro viejo colega, Tomás Spicolli.

La música de STA actúa como un bálsamo para los males de nuestro tiempo. A veces es necesario escoger el camino estrecho, pues por arduo que sea, en definitiva uno debe ser fiel a aquello que en su interior siente que debe hacer. Ya nos lo avisaron las Sagradas Escrituras: “Ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. Quien tenga oídos para oír que oiga. ∎

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