Escondido hasta el momento tras fábulas de calado universal –Grecia, la Biblia, el Zodiaco–, Sufjan Stevens se enfrenta en 2015 a una privada mitología: la que tuvo que construirse sobre su madre enferma, presencia intermitente en su vida desde que lo abandonase por primera vez siendo un bebé. Tras su fallecimiento, el hijo se ve obligado a llenar el vacío con canciones de redención, escribiendo con el luto en la solapa el capítulo más conmovedor de su discografía.
Dedicado también a Lowell Brams, su padrastro y cofundador de Asthmatic Kitty, junto a quien grabara “Music For Insomnia” en 2009, el impacto dramático de “Carrie & Lowell” araña la piel. Pero la fatalidad de “Fourth Of July”, la autodestrucción de “No Shade In The Shadow Of The Cross” y el tono fúnebre de “John My Beloved” infunden esperanza más que pesimismo, como cuando Sufjan ve el rostro de su sobrina recién nacida y parece que los versos vayan a echar a volar poseídos por el espíritu de “Illinois” (2005) en “Should Have Known Better”.