Greg Dulli ha demostrado ser consecuente. Decía:
“A más medios, más libertad”. Y libre o atado, ha tomado la manija para servirnos una obra bien desacomplejada que convierte en anécdota eso del “primer disco de
Afghan Whigs para una multinacional”. Lo es, claro que lo es. Pero
“Gentlemen” es, sobre todo, el cuarto LP de una banda que dista tanto de detener su indudable proyección comercial, propulsada con
“Congregation” (Sub Pop, 1992), como de desdeñar nuevas combinaciones que le permitan seguir avanzando artísticamente.
El nuevo álbum se abre con
“If I Were Going”, una canción turbulenta y atormentada que deja paso al ritmo entrecortado y urgente de
“Gentlemen”, adhesiva e hirente.
“Be Sweet” exprime la voz de un Dulli incomprendido –los textos exploran las relaciones humanas desde una perspectiva muy personal que, con anterioridad y poco rigor, había sido calificada de misógina– y abandonado, y
“Debonair” nos devuelve a los Afghan Whigs ebrios de intensidad melódica en la conexión más evidente con su anterior trabajo. El revirado soul al esquema grunge traspasa
“When We Two Parted”, pero lo más novedoso de “Gentlemen”, la vuelta de tuerca al entramado compositivo y sonoro tradicional en los de Cincinatti, está por llegar. La inclusión del piano como contrapunto en
“What Jail Is Like” es una pista; después, Marcy Mays, vocalista de Scrawl –grupo de Columbus (Ohio) que graba para Simple Machines, el
label de Tsunami–, entona, con un nosequé que recuerda a Patti Smith, una balada (
“My Curse”) tierna y doliente.
“I Keep Coming Back” es una arrebatadora versión de un tiempo soul popularizado por Tyrone Davis, que se empalma con un remolino instrumental –guitarra, teclas y chelo más una percusión huidiza– denso y dramático.
Es posible –sería deseable– que “Gentlemen” venda muchísimas copias: lo merece, es un gran disco; el cuarto, el primero para una multinacional. El mejor. ∎