Álbum

The Band

Music From Big PinkCapitol, 1968

Recuperamos la crítica del primer LP de The Band, publicado en julio de 1968. David S. Mordoh escribió este comentario en el Rockdelux 200, en octubre de 2002, número especial en el que se escogieron los doscientos mejores álbumes internacionales del siglo XX (“Music From Big Pink” ocupó el puesto 128). Fue el primer trabajo de un par perfecto, completado con el posterior “The Band”, de septiembre de 1969, dos obras mayores de un grupo cargado de músicos antológicos: Rick Danko, Garth Hudson, Richard Manuel, Robbie Robertson y Levon Helm, voz y batería en el mítico “The Weight” que identifica lo mejor de un disco cuya portada es una pintura de Bob Dylan.

Cuando Bob Dylan decide electrificarse en 1965, lo acompañan en su gira unos músicos mayormente canadienses curtidos a la sombra de Ronnie Hawkins. Meses después, debido a un accidente de moto, Dylan se semirretira junto a ellos en una casona llamada Big Pink, y de allí saldrán las famosas “The Basement Tapes”. Tal fue la reputación de estas cintas –no publicadas oficialmente hasta 1975– grabadas junto a su Banda que ellos no tuvieron reparos en llamarse así a la hora de publicar su primer álbum.

“Music From Big Pink” irrumpe a contracorriente. En julio de 1968, dos meses después de mayo, se ofrece como el antídoto perfecto a la turbulencia –incluso musical– de unos tiempos en avanzado proceso de descomposición. Música con raíces profundas, tranquila, melódica, sencilla al oído, pero instrumentalmente muy elaborada, de regusto tradicional, pensada para el consumo privado de sus músicos y a la vez claramente convencida de su poder. Una inyección provinciana en un mercado dominado por la lisergia, la psicodelia, los excesos instrumentales y la experimentación por el morro. A la pureza musical –que no es tal: mezclan estilos del songbook norteamericano indiscriminadamente– hay que sumar la imagen bíblica de sus miembros, mucho más cercana a la de un leñador de Canadá que a la de un asistente al festival de Monterey.

El disco está edificado sobre pilares muy concretos. Debido al trasvase de influencias y tal vez a un sentimiento de gratitud recordando el tiempo juntos, se abre con una composición de Dylan y se cierra con otras dos. Y en medio The Band colocan su mejor canción, “The Weight”, con su trote cansino y su aire de fábula inconclusa. Las voces solistas se alternan, los músicos se intercambian instrumentos, incluso ensayan con dos teclistas. Todo bajo el manto de un halo de fiesta familiar rodeados de buenos amigos. ∎

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