Ya ha pasado un cuarto de siglo desde que The Hives se dieran a conocer globalmente con “Vini Vidi Vicious” (2000) y el posterior recopilatorio “Your New Favourite Band” (2001), promocionado de modo entusiasta por Alan McGee. Eran los tiempos del Nuevo Fashion Rock, y la banda de Fagersta (Suecia) los aprovechó muy bien para asaltar los cielos, algo a lo que secundó un repertorio que se mantuvo en notable alto hasta “Tyrannosarius Hives” (2004). Desde entonces, poco más han aportado a lo conseguido en aquella trilogía inicial –comenzada por “Barely Legal” en 1997–, y su mayor valor ha sido la de perpetuarse como una banda de directo enérgica y divertida.
Su séptimo álbum viene refrendado por algunos aliados de pedigrí: Mike D lo coproduce junto al habitual Pelle Gunnerfelt (aunque yo no note la mano del Beastie Boys en ningún sitio) y también dicen que ha colaborado Josh Homme –uno de los personajes más sobrevalorados del rock del siglo XXI– en calidad, je, de asesor. Aparte de eso, pocas sorpresas: ellos mantienen su jocoso rollito autocelebratorio, posando como reyes en la portada, entregando canciones a tope de pompa como la que titula el álbum y manifestando en sus declaraciones que todos los nuevos temas son hits y ese tipo de afirmaciones que solo se pueden entender como parodia.
En realidad, lo que más me gusta de la banda tan bien capitaneada por Pelle Almqvist es ese carácter de grupo de caricatura, un poco Spinal Tap incluso, porque, si te los tomas en serio, no vas a ningún lado. Este “The Hives Forever Forever The Hives” tira, en general, de trazo grueso. Atrás se ha quedado aquel garage punk más chisposo de los tres primeros álbumes y ahora han decidido apostar por una caña engarrulada más cercana a aquellos grupos de Epitaph con los que tan vinculados estuvieron al principio. Me ha resultado sintomático, de hecho, que en 2021 salieran de gira como teloneros de The Offspring.
La mentalidad predominante aquí es la de un nihilismo macarra que resulta gracioso, y poco más, en estos señores de mediana edad que siempre salen trajeados al escenario. “Enough Is Enough” y “Born A Rebel” (muy Rancid esta última) son diatribas contra todos, que acaban perdiendo credibilidad precisamente al caer en la trampa de la equidistancia y la autoexaltación individualista. Lo llaman punk y no lo es. Sí lo es “Paint A Picture”, con un sentido de la urgencia más cercano al de sus inicios; y también “Legalize Living”, que contiene la letra más interesante, envuelta en una melodía que no puede dejar de recordarme a “Let’s Go To Bed” (The Cure). “They Can’t Hear The Music”, una reivindicación de la energía del rock en plan “nosotros contra ellos”, también funciona bien desde una inocencia bastante juvenil. Y el tema que titula el álbum, y lo cierra, es un himno hooliganesco con un buen riff que seguro que funciona estupendamente en sus próximos conciertos (1 de noviembre en el Sant Jordi Club de Barcelona y el 2 en el Movistar Arena de Madrid). ∎