Álbum

The Kills

God GamesDomino-Music As Usual, 2023

Sería exagerado calificar esto como una reinvención, pero sí es una reformulación que seguramente no hubiéramos podido imaginar cuando irrumpían hace veinte años en una escena ya saturada de baladronadas rockistas como primer gran revival del siglo XXI. Lo escueto de su código, aquel minimalismo prendido de mojo y la explotadísima tensión sexual no resuelta entre Jamie Hince y Alison Mosshart no pronosticaban seis discos con tanto giro argumental. No dejan de ser los mismos de siempre, pero este álbum también es otra cosa. Ellos mismos reconocen que, tratando de desmarcarse de su propia sombra, han acabado pareciéndose más de lo que pensaban a lo que siempre han brindado. Pero las guitarras eléctricas rehúyen el primer plano y lo rítmico cobra primacía en este sexto disco, siete años después de “Ash & Ice” (2016), justificando la vigencia de su marca con un arsenal de texturas y de cadencias insinuantes –muchas de ellas prestadas del hip hop– que hacen de estos 39 minutos una travesía de lo más estimulante. Algunas ideas cuajan mejor que otras, pero lo que no hay es hueco para el aburrimiento. Quizá la aportación de un viejo conocido como Paul Epworth (Adele, Rihanna, Bloc Party, Maxïmo Park, The Horrors, Paul McCartney…), quien se las sabe todas y conoce bien al dúo desde sus primeros pasos, haya tenido mucho que ver, aunque en algunas de las entrevistas más recientes Hince relativice su rol como productor. The Kills apenas serían nada sin el chispazo de combustión entre sus dos miembros, sin esa química que aquí, en consonancia con el currículo de Epworth, muestra un encomiable equilibrio entre el chasquido digital y el meneo analógico, sin perder de vista la comercialidad.

“God Games”, expresión que se aplica a esos videojuegos en los que el usuario actúa como un ser omnisciente, sacude desde el inicio con una “New York” espectacular, sexy y de percusión retumbante, que no desentonaría en la banda sonora de una nueva entrega de James Bond. Los cambios de ritmo y las (relativas) sorpresas son una constante, desde el techno blues de “Going To Heaven” a la magnética tersura del electro pop de tinte latino, medio fronterizo, de “Better Days”, pasando por las notas de góspel que introduce el Compton Kidz Club Choir en “LA Hex” y en “My Girls My Girls”, la impresionante balada, “Blank”, en la que una Mosshart imperial irrumpe en modo crooner solo con un piano y una caja de ritmos, el herrumbroso traqueteo boom bap de una “Love And Tenderness” que los acerca más que nunca a Tom Waits o la amenazante “Wasterpiece”, uno de sus momentos más brillantes. Tan solo “103” incurre en un aseado convencionalismo de radio fórmula (o de playlist) indie ciertamente ramplón, pero los pros superan por mucho a los contras. Es un trabajo, en esencia, muy californiano (como el que han firmado hace nada Lol Tolhurst, Budgie y Jacknife Lee), que suscita curiosidad por comprobar cómo se traduce en sus casi siempre abrasivos directos, aún sin fechas por Europa. Sobre la portada, mejor corramos un tupido velo, aunque no fuera su intención –más bien todo lo contrario– hacer ninguna apología de la tauromaquia. ∎

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