Álbum

The Saints

Long March Through The Jazz AgeFire-Popstock!, 2025

“Sometimes we raise / sometimes we fall”, canta Chris Bailey (The Saints) en “Empires (Sometimes We Fall)”, tema con el que arranca “Long March Through The Jazz Age”, disco de postrimerías que se publica tres años después de su fallecimiento en 2022 a los 65 años. La salida por poco coincide con el cumpleaños –nació un 29 de noviembre, habría cumplido este año 69– de quien lideró el mítico grupo australiano junto con el espídico guitarrista Ed Kuepper. Un álbum de despedida, consciente o no, queda velado, para siempre y de manera definitiva, por un halo de solemnidad que en este caso recorre cada tramo, cada canción, los versos escritos a fuego y con manchas de vino. Pero es que la solemnidad se hermana aquí con una grandeza, en lo que pareciese una premonición, o la asunción de que el hecho de vivir significa hacerlo hasta el último día como si fuera el último. Quisiera pensar que fue esto último lo que inspiró la escritura y secuencia de estas canciones, dentro de un trabajo grabado a finales de 2018 en Church Street Studios (Sídney) junto con Pete Wilkinson, baterista de kilometraje con los Saints (ha estado desde 1999, se dice pronto), y Sean Carey como guitarrista e ingeniero de sonido. El equipo se completaba con Davey Lane (de You And I, banda de power pop), además de con talentos juveniles aussies, responsables de unos arreglos de trompa, cuerda y teclados que empujan, cada composición, hacia miras superiores.

“Empires (Sometimes We Fall)” ya nos sitúa en un territorio del que no querremos salir en momento alguno, manteniendo así una coherencia melancólica, fronteriza y existencial de principio a fin, resumida en la portada misma, en la que atisbamos una especie de cowboy espectral. A partir de ahí, solo cabe dejarse llevar. Y maravillarse por la manera de cantar del propio Bailey, que pasa de un registro melódico a los aires más chulescos en medio segundo (“Judas”), o alcanza cotas melodramáticas, como en “Vikings”, donde atisba el fin de una era, y el fin de sí mismo (“It’s the end of the world / It’s the end of my world”), mientras adapta versos de “Alabama Song (Whisky Bar)”. He aquí una muestra de la “destreza lírica” que alaba su batería, Wilkinson. Cubierta, eso sí, con una capa de profundidad definitiva. Y tanto.

Estos Saints crepusculares son proclives a arrebatos de belleza como “A Vision Of Grace”, medios tiempos que nos guían hacia canciones como “Imaginary Fields Forever” (envuelta en una lisergia brumosa), con la impronta vocal característica de Bailey imponiéndose con autoridad. Antes nos encontramos con episodios de dejes country (“Gasoline”, “The Key”), donde pianos y guitarras se entienden a la perfección. Con un riff afilado y rugoso arranca “Bruises”, y en ella Bailey se pone el traje de bardo para largar letras como puñales (“The war drums cause to pound, psychocacophony”), al tiempo que se pregunta si debemos llevar puesto, siempre, un disfraz. Los arreglos “orquestales”, por así decir, se vuelven imprescindibles en el crescendo épico de “Carnivore (Long March Through The Jazz Age)”, así como en el corte último, “Will You Still Be There”, en lo que parece el principio de un adiós, y, quisiera pensar, una interpelación a los fans venideros. ∎

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