Álbum

The Van Pelt

Artisans & MerchantsLa Castanya, 2023

Veinticinco años después de la grabación de Sultans Of Sentiment” (1997), cúspide soterrada del indie rock de los noventa, la inicialmente efímera banda neoyorquina vuelve al estudio tras rondas esporádicas de conciertos esta última década. El tema inaugural de este nuevo disco, “We Gotta Leave”, deja claro de entrada que esta es una bestia distinta; incluso podría desconcertar a aquellos oyentes que pretendan forzar, quizá inconscientemente, un puente orgánico entre ambos álbumes sin considerar el paso del tiempo y el periplo artístico extendido de Chris Leo. La canción nos lo presenta más sosegado que revuelto, acompañado de una etérea voz femenina, discurriendo sobre guitarras más reverberadas que punzantes, texturas más heladas que acogedoras (producto, en parte, del vibráfono operado por Nate Kinsella, invitado de lujo) y más concesiones al dream pop que al post-hardcore. En la segunda mitad de la pieza, cuando Leo abandona el canturreo convencional para recitar las palabras de forma más narrativa –al viejo estilo–, se entrevén destellos del sonido clásico del grupo. Sin embargo, la voz perdió ya ese encanto muchachil de antaño, y desprende más sabiduría cínica que inocente entusiasmo. Todas estas sensaciones se acrecientan en el tema siguiente, “Image Of Health”, que parece arrastrarse por un páramo glacial.

Luego de esa ofuscación preliminar, a medida que avanza el disco resulta cada vez más indiscutible que esta es una obra de The Van Pelt: compositivamente –en lo referente a melodías y estructuras– es innegable el parentesco sónico, aunque muchas de las canciones posean una energía y tonalidad dispares. “Sultans Of Sentiment” capturó a un Leo en proceso de maduración, despojándose del emocore rabioso de Native Nod y abrazando una épica de dormitorio, caracterizada por esa calidez guitarrera angular que muchos considerarían cercana al midwest emo –contemplativo e íntimo, pero con instantes críticos de desgarro y ruido–. “Artisans & Merchants” es una germinación particular de esas raíces. A pesar de lo profundamente personal de las letras, el tratamiento de los instrumentos y las decisiones de producción generan un abanico emocional que se desvía de lo esperable, pero no es necesariamente menos apreciable: aquí los sentimientos evocados son más nocturnos, oscuros, distantes, adultos, urbanos, incluso grandilocuentes –por ejemplo, el exuberante cierre, “Love Is Brutal”, está más cerca de la psicodelia espacial de proyectos como Spiritualized que de sus propios discos anteriores–. El corazón de las composiciones respira esos instintos de juventud, pero la membrana que lo recubre proyecta otra atmósfera, otros trasfondos estilísticos.

No obstante, dejando a un lado cuestiones comparativas, este nuevo ofrecimiento viene cargado de refrescante ingenio, tanto en el apartado musical como en el lírico. En “Punk House”, Leo se sirve de un tempo flemático y dramáticos ecos de guitarra filtrada para rememorar la vida de gira –carreteras y pisos de suelo pringoso–, una retahíla de imágenes y anécdotas que culmina en un evocador ejercicio de polifonía vocal donde se repiten frases oídas hasta la saciedad en los tours. También ambientada en tiempos mozos es “Grid”, de ritmo frenético: ahora más nervioso, Leo transita por diversas ubicaciones urbanas, describiendo con reiterativa especificidad callejera acontecimientos e interacciones típicas del ajetreo nocturno. El tráfico de conversaciones y situaciones sociales prosigue en la más tranquila pero vivaz “Cold Coconuts”, donde el idiosincrático estilo vocal hablado del cantante se combina con un estribillo melódicamente memorable. La canción meta “Did We Hear The Same Song?”, con su riff inquieto usurpado de “Psycho Killer” y su avalancha lírica de referencias, puede observarse como jocosa reflexión sociológica sobre la música como fenómeno interpersonal –cómo puede unir o separar a la gente– impartida por un Leo en su talante más chulesco, fusionando la actitud trovadoresca del D. Boon de “History Lesson Part II” (Minutemen) con la socarronería medio apática de Lou Reed. Si bien hay temas un poco pantanosos, de inventiva musical menos resplandeciente (“Old Souls”, una letargia de sintetizador ominoso y atmósfera austera), la labor lírica de Leo no flaquea en ningún momento. Aparte de los contenidos observacionales o nostálgicos ya descritos, hallamos también elucubraciones existenciales o abstractas (en “Image Of Health”, que trata sobre el ego y la identidad) o incluso poesía pura de compleja digestión (en “Artists & Merchants”, donde conceptos familiares se configuran de formas inesperadas).

Estas impresiones dejan patente que abundantes son los puntos de interés y conexión emotiva del disco, por mucho que de primeras su sabor pueda enajenar a los paladares más anclados en el pasado. Pero lo irrefutable es que, en su regreso, The Van Pelt ya no son, naturalmente, unos chavales. Es probable que tras algunas escuchas la perplejidad inicial antes mencionada acabe transformándose en una constatación diplomática: la magia de otros tiempos no ha sido diluida, sino comprensiblemente transformada en una apuesta de naturaleza un tanto distinta, pero no por ello menos encomiable. ∎

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