Álbum

Tinashe

Quantum BabyNice Life, 2024

Hay carreras, como la de Carly Rae Jepsen, que se construyen un poco al margen de todo, rozando el mainstream de vez en cuando pero en general manteniendo una base de seguidores suficiente como para seguir transitando una idea muy propia de underground, justo en la capa que parece estar siempre a punto de emerger, gracias a un inesperado superhit tempranero como, en el caso de la canadiense, “Call Me Maybe”. A Tinashe le pasó parecido con “2 On”, su colaboración con ScHoolboy Q: lanzada en 2014, fue todo un éxito, además del single de cabecera de su (excelente) debut, un “Aquarius” que quizá en su momento sufrió a nivel de crítica el backlash generalizado al R&B tradicional del momento pero que puesto en perspectiva tiene más que ver de lo que parece con contemporáneas del género más vanguardistas como FKA twigs y Kelela, y que llegó a colarse en el top 20 del Billboard 200.

Nunca, hasta “Nasty, una década después, la estadounidense había vuelto a meter una canción como artista principal en las listas de éxitos; es la primera vez que lo hace, de hecho, completamente en solitario. Y no deja de resultar curioso: durante estos diez años Tinashe ha seguido defendiendo su nobleza R&B a su bola, colaborando con artistas mainstream para seguir haciendo caja y ofreciendo álbumes que, en general, servían como lienzo para desarrollar su voz como cantante antonomásica de R&B alternativo, dirigidos en mucho a fans del género (y propios) más que a una audiencia más amplia o generalista. Pero “Quantum Baby” la ve volviendo sobre sus pasos, recuperando el sonido más misterioso, minimalista, trappy y electrónico de sus primeras mixtapes y de “Aquarius” (después de todo, “Getting No Sleep” no está tan lejos de Kelela), y volviendo con ello, y por intermediación de TikTok, a la liga de las superestrellas.

“Quantum Baby”, sin embargo, y afortunadamente, es mucho más que “Nasty”, e incluso la supera ampliamente sin necesidad de igualar el fenómeno. Compuesto en la línea de “BB/ANG3L” (2023) y formando con este parte de una trilogía a completar, el séptimo álbum de la artista adoptada por California apuesta por la concreción (ocho canciones, 22 minutos), pero marca una nueva dirección abandonando la gran pantalla de aquel, heredera también de lo que escuchamos en “333” (2021), y centrándose mucho más en el detalle, dejando que sea la voz de Tinashe, íntima y alejada de cualquier espasmo, la que haga orbitar en torno a ella cada beat, cada pulso, cada hi-hat y cada chiribita cibernética. “Thirsty”, en este sentido, tendría más lógica como descriptor del álbum, pero no hay nada como un bounce un poco silly y un catchphrase para que un tema se esparza como la pólvora en el internet de la actualidad, y no hay otra explicación detrás del impulso de “Nasty” además de eso, encarnar específicamente el espíritu del presente en que vivimos.

En su nuevo álbum, además, Tinashe recupera viejas influencias como “The Velvet Rope” de Janet Jackson (que explica en gran medida una canción oscura, urgente y sexual pero al mismo tiempo paciente y seductora como “When I Get You Alone”) o Rihanna (“No Broke Boys”), juega a sumergir su capacidad para facturar pop de altos vuelos (“No Simulation”) y se atreve hasta con un Jersey club R&B en “Cross That Line”. Y consigue firmar, en fin, el que seguramente sea el trabajo más redondo de su carrera: una ventana hacia el verdadero potencial de la cantante, pero a través de la que también podemos ver cómo ha entendido todos sus progresos como un aprendizaje. ∎

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