Cuando escuchas el nombre de Anders Trentemøller lo primero que viene a la mente es el techno minimalista atmosférico de “The Last Resort”, su álbum de debut, en 2006. Sin embargo, hace tiempo que aquello es cosa del pasado. Tras el álbum de remezclas “The Trentemøller Chronicles” (2007) y el disco de downtempo “Into The Great Wide Yonder” (2010), el músico danés fue entrando cada vez más a fondo en el terreno del dream pop y el post-punk, con resultados impactantes y más que convincentes en “Fixion” (2016) y “Obverse” (2019) –que contó con la colaboración de Rachel Goswell, de la leyenda del shoegaze Slowdive, en “Cold Comfort”, el tema que abría el disco–.
La misma estética sonora caracteriza su sexto, “Memoria”, esta vez con la voz de Lisbet Fritze (del grupo Giana Factory, además de ser su pareja), que también aparecía como invitada en dos temas del disco anterior y aquí es la única presencia externa, interviniendo en cinco de los catorce cortes, y erigiéndose en colaboradora perfecta de Trentemøller, aplicando a la perfección esa magia sónica informe y porosa que se precisa: casi un instrumento, no una voz.
En su Bandcamp, Trentemøller explica que “Memoria” es una de las cinco categorías que componían la retórica clásica como forma de arte para la elaboración de discursos, junto con la Inventio (invención), la Dispositio (disposición), la Elocutio (estilo) y la Actio (entrega/discurso). Con esa premisa en mente, el compositor parece darnos a entender que la música es una especie de puente colgante hacia recuerdos remotos. Y en “Memoria” el de Vordingborg indaga en su propio bagaje musical. El resultado es un álbum opulento con influencias de la música que debió formar parte de los primeros recuerdos de este casi cincuentón: Joy Division, Gary Numan y, sobre todo, Cocteau Twins, influencias incuestionables en el nuevo trabajo. Pero como esos son sus referentes, no calcos, Trentemøller no cae en la nostalgia, sino que consigue trasladar esas influencias a un presente que conoce bien, sobre todo por su faceta de productor de remixes para terceros.
El disco comienza con “Veil Of White”, que atrae suavemente al oyente con sonidos shoegaze lentos, una guitarra discreta y las voces de Fritze que casi se funden en el fondo. Con “No More Kissing In The Rain”, una pieza más directa, la voz soñadora de Lisbet abraza y, a pesar de lo sombrío de su letra (“¿Es este el final de todo? Tal vez sea el momento de destrozarlo todo”), consigue levantar el ánimo. Los instrumentales siguientes, “Darklands” y “Glow”, profundizan hábilmente en la música ambient y de trance, en el que uno se siente cómodamente instalado, especialmente con la base rítmica de “Glow”, abriéndose paso entre la niebla post-punk. Con “In The Gloaming”, el tercero de los cinco cortes cantados por Fritze, Trentemøller logra que el tema se mueva sin problemas, en sus poco más de cinco minutos de duración, entre diferentes tempos de una forma imprevisible sin resultar ni caótico ni atiborrado, en el que la voz de su pareja no se convierte en el centro, sino en un dispositivo que interactúa con la melodía mecánica y las superficies de ruido temblorosas que toman alternativamente el protagonismo.
El danés también busca la diversidad en varios frentes: en “Swaying Pine Trees” parece estar rindiendo homenaje a Depeche Mode; en “The Rise”, a la psicodelia, y en “When The Sun Explodes”, al krautrock. “Dead Or Alive” –un tema a medio camino entre Gary Numan y Bauhaus, en el que la voz no está acreditada y debe ser la propia de Trentemøller– es proto-post-punk hasta el punto de que casi se puede saborear la atmósfera desolada de un barrio industrial en decadencia. “A Summer’s Empty Room” y “Swaying Pine Trees” podrían haber formado parte del “Twin Peaks” original de David Lynch, y “Like A Daydream”, penúltimo tema del disco, es una clase magistral en el sonido cardinal meditativamente repetitivo del dream pop, nuevamente con la tenue voz de su pareja situándonos en esa órbita cercana a los primeros Cocteau Twins. ∎