El juego de mantener el misterio de una banda mediante la escasa presencia mediática –son escasísimas las entrevistas, fotos y vídeos suyos en la red–, el uso de nombres ficticios de los miembros en lugar de los oficiales, y de una estética común, en este caso la de túnicas con capucha y vestidos de época, sumado a un sonido de corte gótico pero singular, es algo que aunque se haya visto antes, no deja de surtir efecto. Más si se le añade el uso de un idioma minoritario con ciertas connotaciones místicas como el galés desde el propio nombre del grupo (Tristwch Y Fenywod), cuya traducción sería algo así como “La tristeza de las mujeres”. Gwretsien Ferch Lisbeth, artista queer, pasó su infancia en el bucólico norte de Gales. Tras unos años en Leeds alejada de sus raíces, encontró a personas de habla galesa, que reabrieron la puerta del pasado. Volvió a visitar sus añorados lugares, cargados de magia para ella, y decidió montar un grupo para transmitir lo que le hacían sentir. La más llamativa seña de identidad se la proporcionó un instrumento fabricado por ella misma mediante dos cítaras unidas con un micrófono amplificador incorporado. Lo bautizó como dwydelyn, y su sonido preso de añoranza remite al imaginario celta. La base rítmica, formada por la minimalista forma de tocar el bajo de Sidni Sarffwraig y la batería electrónica con sonidos sampleados de tambores medievales de Leila Lygad, aporta al conjunto la atmósfera oscura, en la estela levitante de “Atmosphere”, mítica canción de Joy Division, y toda la corriente musical deudora de ella –o de la estilizada tristeza de “The Eternal” o “Decades”, también de los mancunianos–.
El poder atávico de su música golpea a los pocos segundos del inicio con “Blodyn Gwyrdd” (“Verde flor”) –en su bandcamp están sus poéticas y oblicuas letras traducidas al inglés–, que se podría catalogar como folk, pero como hicieron Lankum con el folklore irlandés, desde una perspectiva introspectiva, alejada del jolgorio de pub rural o de la estética exangüe de centro de interpretación etnológico. En temas como “Ferch Gyda’r llygaiud Du” se aprecia más esa vena de melancolía siniestra que conecta tanto con formaciones de 4AD como This Mortal Coil como con apóstoles de la electrónica vintage como John Maus, o incluso con bandas del fenómeno witch house en la onda de oOoOO o Salem, solo que con menos capas de sonido y bruma electrónica.
El manejo del tempo, casi siempre pausado, y el silencio, como en el inicio de “Llwydwyrdd”, sumado a la fina voz de Ferch Lisbeth, tan soñadora como afligida, y al omnipresente llanto del citado dwydelyn, que a veces parece como una antigua pianola sonando sin ser tocada, generan un ambiente onírico, al margen del mundo real. Aunque el tono del canto de la galesa es en general contenido y sugerente, en momentos puntuales como en el final de “Gelain Cors” se rompe en gritos de angustia, al modo de Fever Ray.
La brevedad del disco, con solo ocho canciones, abunda en el minimalista concepto del menos es más, y afila las ganas tanto de prestar atención a su directo –hace un par de años subieron a su bandcamp el live “Yn Fyw Yn Wharf Chambers 12fed Gorffenaf 2022” que avanzaba la mayoría de canciones de este LP– como de escuchar nuevos temas y comprobar a dónde nos lleva su ascética evocación de su lugar en el mundo, con un pie en su verde tierra y otro levitando en la bruma mística de siglos de leyendas y realismo mágico. ∎