Desde su aparición en 2011, el trío neozelandés Unknown Mortal Orchestra siempre me ha parecido una banda que quería explorar dentro del rock desde el garage y psicodelia, con un punto muy lo-fi y jugando con efectos de guitarra como el fuzz, el flanger o el trémolo. Para su sexto álbum en estudio, este “V” que llega tras “IC-01 Hanoi” (2018), un experimento instrumental entre jazz, rock y vanguardia, prosiguen esa aventura de expandir las fronteras del rock. Una ardua misión que quizá ellos se autoimponen y que se les puede poner difícil.
“V” ofrece catorce canciones que sugieren diversos rumbos para la banda, todos ellos sugerentes y siempre bajo las premisas de sonido y género que apuntábamos, aunque aquí también quieren dejar constancia de apetencias blues y jazz. Una hora de duración que arranca con “The Garden”, la cual circula por un terreno en el que el rock busca su vena más melódica a base de un riff vibrante. “Guilty Pleasures” suena muy de la casa, canción sinuosa en lo melódico, un medio tiempo con un ritmo de batería medio roto. “Meshuggah” imprime más nervio a un colchón de teclados sobre el que la canción avanza resultando incisiva: siguen los reverbs y demás efectos a cascoporro. “The Widow” sirve de largo y gozoso interludio que se adentra en unas sonoridades más jazzísticas, algo que también impregna “In The Rear View”, pieza que transita por su universo estilístico habitual con mucha clase. “That Life” tiene madera de hit. Y con “Layla” aparece su vena más negroide, como queriendo combinar blues y un poco de groove funk.
La segunda mitad de “V” –la edición en vinilo incluye dos discos de doce pulgadas– parte de otra pieza, “Shin Ramyun”, que discurre entre el poder instrumental del rock melódico, creando una atmósfera expansiva. “Weekend Run” también tira del rock para imprimir un beat funk, reforzado por unos teclados muy Stevie Wonder, al igual que ocurre levemente con “The Beach”, aunque ahí reina el riff y alguno de los solos suena más progresivo, todo bajo un ritmo más mordiente. “Nadja” busca en el folk contemporáneo, y la pieza instrumental “Keaukaha” dibuja unos ambientes etéreos, con un suave poso psicodélico, entre guitarras y teclados. Ese encanto folk a medio tiempo preside “I Killed Captain Cook”, mientras que “Drag” sirve de perfecto cierre instrumental a base de riffs que reflejan olas sonoras que nos llevan al final del trayecto.
La fórmula de Unknown Mortal Orchestra rehúye preconcepciones rock y salta al vacío para flotar y cobrar forma en un mundo sin géneros y en una multiplicidad de efectos. Su actitud es desprejuiciada y es aquí donde se atisba su voluntad de querer aportar algo nuevo al rock. Y de alguna manera lo consiguen. Su intención es original y muy loable, aunque a veces se enreden: parece que den la vuelta sobre los mismos argumentos y que la apuesta se les haga cuesta en canciones que estiran los minutos o juegan con demasiados efectos, ya sea de voz, de guitarras o de baterías. “V” apunta otros caminos posibles para aproximarse al rock: construyendo su propio recorrido en una apuesta muy personal que se proyecta más allá del siglo XXI. ∎