Ansiaban descubrir el mundo y acabaron comiéndoselo: para
Vampire Weekend nunca ha habido fronteras que imponer sobre su sonido, y esa libertad, siempre al servicio del instinto para el ritmo y la melodía, fue lo mejor de aquel primer álbum de hace cinco años –insolentemente joven, resplandeciente y bien vestido– y de
“Contra” (2010). La fijación por el pop blanco que mira a África de aquellos dos discos da paso en
“Modern Vampires Of The City” a una versión más oscura, barroca y opulenta del cuarteto neoyorquino, que agranda su identidad sonora y se atreve a desvalijar el linaje musical de América en busca de las mejores ropas para cada canción: del hip hop en los ritmos de
“Step” o de la apabullante
“Hudson” al rock’n’roll estrepitoso de
“Diane Young” o la música de raíces (
“Worship You”), así como la preponderancia del piano –señorial y polvoriento, cargado de historia– y un impresionante despliegue de motivos corales a lo largo de todo el álbum.
A pesar del laborioso encaje de géneros, Vampire Weekend no dejan de ser ellos mismos: los retratos opacos de Ezra Koenig y esa obsesión por lo minucioso de la acción y sus personajes, su voz con tendencia al falsete, ese romanticismo desesperado (
“Unbelievers”,
“Hannah Hunt”) y la devoción por cada estribillo; todo sigue ahí. Ariel Rechtshaid (de Foreign Born y productor de, entre otros, Usher, Cass McCombs o Blood Orange) se ha infiltrado en las sesiones de grabación, doblando el peso de las baterías y los ritmos. Juntos han hecho de su sonido algo más incómodo para llevarlo hacia extremos que parecían inalcanzables con un pop macizo y de enormes dimensiones. ∎